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Ejercicio físico: sus beneficios y peligros para la mente y el cuerpo

Desde elevar el rendimiento intelectual, hasta volvernos más resistentes al estrés. Recientes estudios han aportado evidencia sólida sobre las ventajas de la actividad física y el riesgo de los excesos, incluyendo algunos hallazgos considerados como los más importantes del último tiempo.


Tendemos a pensar que la actividad física tiene sólo beneficios y que está exenta de riesgos. Más todavía en un mundo en que la obesidad se expande peligrosamente. Pareciera que todo ejercicio vale, con el fin de frenar esta epidemia de los kilos de más o ponerse en forma para los días de verano. Pero un número no menor de estudios que se han publicado recientemente comenzaron a matizar el panorama de la actividad física, aclarando sus ventajas y evidenciando que ciertos tipos de ejercicios son mejores que otros, tanto para la mente como para el cuerpo.

1. Baja la ansiedad y lo hace resistente al estrés
Lo que acaba de comprobarse en la Universidad de Princeton es, probablemente, uno de los hallazgos más importantes que se han hecho respecto de los efectos del ejercicio en la mente. Hace mucho tiempo que se sabía que la actividad física mejora el estado anímico, pero nunca se habían descubierto las razones.

Ahora, en el trabajo presentado el mes pasado en la reunión anual de la Sociedad de Neurociencia en Chicago, EE.UU., los investigadores comprobaron que el ejercicio promueve la creación de nuevas neuronas. Y, más importante aún, que estas nuevas células nerviosas son resistentes al estrés.

En el experimento se usaron dos grupos de ratas de laboratorio: uno que debía correr y otro que se mantuvo en reposo. Después, ambos grupos debieron nadar en agua fría -prueba tensionante y desagradable para estos roedores-, lo que estimuló que ciertos genes, que se activan en una situación estresante, se encendieran y emitieran señales que desencadenan la respuesta de emergencia del organismo, como palpitaciones, sudoración y mayor presión arterial.

Lo sorprendente fue que en las neuronas que se generaron en el cerebro de aquellos animales que habían corrido crearon neuronas, los genes del estrés no se prendieron. Es decir, se mantenían "tranquilas", pese a la situación. Algo que, según los investigadores, se explicaría porque estas células nerviosas nacen, precisamente, mientras el organismo está siendo sometido a una actividad física que es tensionante.

Otro trabajo presentado en el congreso de Chicago por científicos de la U. de Houston, demostró que la actividad física protege contra los efectos oxidativos del estrés, es decir, impide que las sustancias químicas dañinas que se producen en situaciones de tensión destruyan las neuronas.

Algo en que todos los grupos de investigadores estuvieron de acuerdo fue que para que los efectos descritos se produzcan no bastan una o dos semanas de ejercicio, sino que al menos seis semanas.

2. Puede afectar nuestras defensas
Las defensas del cuerpo funcionan como un sistema en un equilibrio delicado que hay que cuidar. El año pasado un trabajo con ratas, publicado en la revista Brain, Behavior and Immunity demostró que cuando estos animales son obligados a ejercitarse hasta quedar exhaustos, son más proclives a enfermar de influenza que si se mantienen en reposo.

Pero en otro experimento de la U. de Illinois, publicado en la misma revista, se infectó primero con influenza a las ratas. Luego, un grupo descansó, otro corrió por 20 a 30 minutos en forma relajada -casi como caminar rápido- y otro lo hizo en forma extrema por media hora. Esta rutina se repitió por tres días hasta que aparecieron los síntomas del resfrío.

Más de la mitad de las ratas sedentarias falleció por el virus, mientras que sólo un 12% de las que corrieron en forma placentera murió. Lo sorprendente fue que un 70% de las que se ejercitaron en forma extrema también falleció y las que sobrevivieron, quedaron muy debilitadas.

Conclusión: el riesgo de enfermar y morir tiene una forma de J al revés. Cae cuando el ejercicio es moderado y vuelve a aumentar cuando es exagerado, superando incluso al peligro que acecha a los sedentarios.

¿La razón? Todo apunta a que el ejercicio leve mejora la coordinación de las defensas para combatir las infecciones, mientras que cuando es extenuante, el sistema pierde su equilibrio: la primera línea de defensas prácticamente desaparece y el ataque de los virus se facilita. Este efecto es mayor, mientras más exagerado y duradero es el ejercicio.

En todo caso, el dato es muy relevante si se toma en cuenta el fuerte aumento que registra en la actualidad la práctica de correr maratón, y la pandemia de influenza humana que sigue afectando a parte del mundo.

El investigador Jeffrey Woods, de la U. de Illinois, sugiere a los amantes de la maratón que cuando entrenen muy duro, eviten entrar en contacto con personas resfriadas, se laven las manos con frecuencia y se vacunen todos los años contra la influenza. "Y si no se siente bien, es mejor que deje de ejercitarse hasta que se recupere", añade.

3. Correr eleva la inteligencia
Este es quizás el único factor estudiado donde a mayor ejercicio, la inteligencia también es mayor.

Se estudiaron dos grupos de ratas, a los que se hizo nadar en un laberinto acuático y se les sometió a un estímulo desagradable para ver cuán rápido lo evitaban. En las siguientes cuatro semanas, un grupo se ejercitó en forma liviana y el otro fue forzado a un ejercicio potente y agotador. Después se les hizo nadar en el mismo laberinto acuático. Ambos grupos mejoraron en esta tarea, pero sólo el que entrenó muy duro evitó con rapidez el estímulo desagradable, algo que según los científicos representa una respuesta cognitiva más compleja.

Al analizar los cerebros de las ratas, se vio que las que más se ejercitaron tenían cambios moleculares en diversas zonas, mientras que las que tuvieron una actividad más liviana, exhibían modificaciones en una sola área.

Al hacer pruebas de memorización con estudiantes de la U. de Illinois, se vio que la mayor exactitud la logran quienes corren en la cinta sin fin, mientras que quienes descansan o quienes levantan pesas tienen menos éxito. Al parecer, la actividad aeróbica es fundamental en esto, porque facilitaría la llegada al cerebro de una serie de proteínas que ayudan al crecimiento de nuevos tejidos en el organismo, estimulando la creación de nuevas conexiones nerviosas, según Henriette van Praag, de los Institutos Nacionales de Salud.

5. Huesos saludables
Hasta hace poco tiempo, los científicos asumían que todo tipo de actividad física era beneficiosa para los huesos. Pero una serie de trabajos desconcertaron a los investigadores: los nadadores profesionales tienen huesos de menor densidad, los ciclistas a veces tienen huesos más frágiles y los levantadores de pesa no tienen necesariamente huesos más fuertes. No se entendía por qué ciertos ejercicios eran buenos para los huesos y otros no.

Otra vez la sorpresa la dio el ejercicio moderado: las mujeres que caminan en forma rápida y enérgica, sí tienen huesos más densos y, por lo tanto, su riesgo de fractura es menor, según el doctor Daniel Barry, profesor de medicina de la U. de Colorado.

También en esta ocasión, si el ejercicio es demasiado prolongado, el hueso empieza a perder densidad. En el caso de los ciclistas, después de la temporada de competencias sus huesos son más frágiles. Una explicación sería que por la sudoración perderían calcio. Algo que el doctor Barry tendrá claro dentro de un año, ya que está probando si dar tabletas masticables de calcio antes y después de las carreras, evita este problema a los ciclistas. Por el momento, y aunque parezca simple, la mejor forma de tener buenos huesos es subir y bajar escaleras, o dar saltos… sin exagerar.

Otras evidencias a considerar

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Factor genético: hasta ahora los científicos han identificado unos 200 genes que tienen un rol en la habilidad del cuerpo para adaptarse a la práctica del ejercicio. Hoy son numerosos los estudios para ver la importancia de cada uno de estos genes y cómo influirlos para mejorar el rendimiento deportivo.

Prevención del cáncer: un estudio en Finlandia, dado a conocer en julio pasado en el British Journal of Sports Medicine, reveló que mientras más constante e intensa es la actividad aeróbica de las personas adultas, se reduce en un 50% el riesgo de morir prematuramente de cáncer, sobre todo de tipo digestivo y pulmonar.

La salud cardíaca: entre quienes corren maratón parece no ser mejor que el promedio de los demás adultos sanos. Los estudios que se han conocido en el último año revelan que los maratonistas tienen los mismos niveles de calcificación en su corazón que quienes no corren. Ademas, tras correr, en estos deportistas aumentan los indicadores de daño cardíaco, aunque todo indica que se recuperan rápido. Por último, los especialistas advierten que quienes corren deben estar alerta a un infarto, que puede ser gatillado por el esfuerzo físico.

Correr descalzo: es una tendencia creciente entre los aficionados a este deporte. Pero hasta ahora no existe evidencia científica que pruebe que correr descalzo tenga ventajas sobre hacerlo con las zapatillas adecuadas. Aunque se diga que el hombre corrió por siglos a pie desnudo.

Alivio en pacientes: con fatiga extrema, como en el caso de quienes padecen leucemia. Una investigación de la U. de Carolina del Norte indica que el ejercicio es útil para combatir este cansancio extremo y la depresión que afecta a estas personas. Asimismo, mejora la resistencia cardiovascular y la calidad de vida de estos pacientes.


http://www.latercera.com/contenido/659_202678_9.shtml

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