lunes

Hipnosis Clinica

Concepto
Historia
Definición de hipnosis
Verdades acerca de la hipnosis
Mentiras
Hipnosis de teatro
Hipnosis de televisión
Técnica de la hipnosis
Qué significa llegar a un estado de relajación hipnótica
¿Hay grados en la hipnosis?
Hipnosis y autohipnosis
Instrucciones para la autohipnopsis
Técnica de relajación muscular
Técnica de visualización
Técnica mixta
Hipnosis en la práctica clínica
¿Quién es hipnotizable?
¿Es necesario “medir la hipnotizabilidad”?
¿Para qué no sirve la hipnosis?
¿Para qué sirve la hipnosis?
Reestructuración de conocimientos y actitudes
Control de hábitos
Trastornos por ansiedad
Fobias concretas
Trastornos psicosomáticos
Recuperación de recuerdos olvidados



La hipnosis es un estado mental y físico en el que “cambiamos” la forma de funcionar de la conciencia. Normalmente estamos más o menos atentos, pero captando lo que sucede a nuestro alrededor. Si aprendemos a “reducir” la atención difusa (la que se dirige al entorno, al ambiente), al tiempo que aumentamos la atención interna, la que se dirige a nuestro propio pensamiento, llegaremos a conseguir un estado de “superconcentración”, dirigida exactamente a aquellos contenidos que nos interesen.

Este tipo de estado ha sido denominado de muchas formas a lo largo de la historia: estado de trance, experiencia mística, meditación trascendental, recogimiento, estado hipnótico, estado sofrónico…

Lo importante es que se trata de un estado fácil de conseguir para la mayor parte de la gente. Es probable que casi todo el mundo pueda llegar a un mayor o menor grado de este cambio de conciencia a poco que se aplique. Si otro nos enseña a llegar a este estado de conciencia, hablaremos de hipnosis. Cuando lo aprendemos a hacer nosotros mismos, estaremos elaborando una autohipnosis.

Estudiaremos aquí: (1) la historia de la hipnosis, (2) las verdades y mentiras que escucharás acerca de esta técnica, (3) varios sistemas sencillos, pero muy eficaces, de inducir el estado de “superconcentración” y (4) una serie de utilidades que puedes poner en práctica para mejorar la autoestima, el control emocional o, incluso, el dominio de algunos síntomas molestos (miedos, fobias, dolores…)



Los estados de “trance” están descritos desde muy antiguo. En las culturas no occidentales se empleaban sobre todo por parte de los “curanderos” o “sacerdotes”, siendo generalmente ellos (los curanderos) quienes entraban en estado de trance como parte de las ceremonias de curación.

La hipnosis, tal como hoy la conocemos, empezó hace dos siglos en Francia. La palabra “hipnosis” (de una palabra griega, “hypnós”, que significa sueño) fue definida por James Braid en 1843, pero lo que Braid describía no era sino lo que había iniciado en París un médico alemán llamado Franz Anton Mesmer, bajo el nombre de “magnetismo animal”.



Mesmer fue el descubridor de una espectacular manera de curar enfermedades, basada en la sugestión. Llegó a París (entonces, el centro del mundo) en 1778 precedido de una reputación de hacedor de milagros. Al parecer había devuelto la vista a una joven música de Viena que la había perdido.

La forma de trabajar de Mesmer era espléndida y teatral. Partía de la base de que él era capaz de acumular una porción del “fluido universal” (hoy lo llamaría “energías positivas”) y de transmitirlo a sus semejantes.

La Academia de Medicina rechazó sus técnicas, pero uno de sus pacientes (M. Bergasse) abrió una suscripción de 100 luises por persona que le fue ofrecida a Mesmer para montar una clínica, a condición de revelar a los suscriptores los secretos del “magnetismo animal”.

La sala de tratamientos que montó Mesmer en el Hotel Bouillon estaba instalada con gran habilidad: semioscuridad, perfumes orientales, músicas lejanas y exóticas, así como decoración recargada y misteriosa. Presidía el centro de la sala la llamada “cubeta de la salud”, una especie de simbiosis entre altar y pila bautismal, llena de agua sulfurosa. Los pacientes se sentaban rodeados por cordones que salían de la cubeta. Asimismo, tocaban con las manos, de vez en cuando, unas varillas metálicas en contacto con el agua, las cuales debían apretar sobre las partes enfermas de su cuerpo. También se tocaban unos a otros en las puntas de los dedos, para hacer circular “el fluido”. Mesmer, majestuoso en su túnica de seda morada, pasaba entre ellos tocándoles con su varilla, o con sus manos, en la frente y en las manos. No era extraño que durante el acto los pacientes entrasen en trances convulsivos (al estilo de una macumba vudú) para lo cual algunos compadres de Mesmer, bien pagados, daban el pertinente ejemplo.

Sea como fuere, el caso es que Mesmer se hizo el “hombre de moda”, y su consulta, bien repleta, tenía listas de espera que en nada envidiarían a las de nuestra Seguridad Social.

Ante las apasionadas discusiones entre partidarios y críticos, el Rey encargó a una comisión de científicos que analizasen el trabajo de Mesmer. Como curiosidad señalemos que, en el grupo de expertos, compartieron tareas el químico Lavoisier, Benjamin Franklin y el tristemente relevante Dr. Guillotin. Los resultados fueron negativos para el alemán, y un informe de la comisión (del que se publicaron 20.000 ejemplares) ilustraba acerca de la superchería. Una parte del informe revelaba que algunos de los tratamientos eran claramente inmorales, y que no era infrecuente que bellas damas, sugestionadas por el santón, acabasen en una sala acolchada llamada “sala de las crisis” donde Mesmer calmaba sus nervios mediante la aplicación de una vara propia enteramente natural.

Al ver que venían malos tiempos para él, Mesmer volvió a Alemania y se llevó el dinero de sus suscriptores, quienes nunca obtuvieron el secreto prometido. A pesar de sus evidentes falacias, el método de Mesmer fue un indiscutible precursor (y posiblemente un inspirador) de futuras investigaciones y aplicaciones en el campo de la medicina psicosomática.

2.2 Bernheim, Liébeault y Charcot
Hipólito Bernheim, psiquiatra nacido en Alsacia, era profesor agregado de la facultad de Medicina de Estrasburgo, en el último cuarto del siglo pasado, cuando contactó con un médico rural, Liébeault, el cual había desarrollado un método hipnótico muy parecido al que hoy en día empleamos. Se apartaba completamente de las turbias teatralidades del método mesmeriano.

Juntos crearon la “Escuela psicológica de Nancy”, auténtica pionera en el estudio de la hipnosis, y opuesta a la “Escuela neurofisiológica de París” del Hospital de la Salpetrière, en la que el neurólogo francés más importante de aquellos tiempos, Charcot, impartía sus lecciones de neurología, pero también de psiquiatría e hipnosis. La doctrina de Charcot era que solamente se podía hipnotizar a los enfermos histéricos (lo cual es un notorio error). Pero su fama como neurólogo era tal, que por sus aulas pasaron alumnos que, con el tiempo, serían grandes médicos (Sigmund Freud, entre ellos).

La escuela de Nancy, menos laureada en su época, trabajó de forma más callada. Las publicaciones de Bernheim son predecesoras de la moderna medicina psicosomática, y de las aplicaciones de la hipnosis en este tipo de enfermedades.

2.3 James, Prince, Janet, Breuer, Freud.
El interés de la hipnosis se mantuvo en los Estados Unidos a través de escritos de William James, Morton Prince y Boris Sidis, interesados por las extrañas manifestaciones de ciertos pacientes histéricos con doble personalidad, o con personalidad múltiple. En Europa, Janet acuñó el concepto del inconsciente y usó la hipnosis como un método para acceder a las capas más desconocidas de la conciencia. Breuer y Freud empleaban la regresión hipnótica como base para llegar al análisis de los contenidos inconscientes traumáticos. Freud abandonó más adelante la técnica, al desarrollar el método psicoanalítico, si bien en sus últimos años reconoció la validez de la hipnosis como un método eficaz.

2.4 Siglo XX
El interés por la hipnosis, muy enfriado en las primeras décadas de nuestro siglo, resurgió durante la guerra civil española, y más adelante en la segunda guerra mundial, cuando los psiquiatras del ejército advirtieron que la técnica era útil para resolver los estados de trance llamados “neurosis dela trinchera”. Mi maestro, Santiago Montserrat Esteve, aplicó la técnica en las Fuerzas de la Generalitat de Cataluña, con impresionante éxito. Kardiner y Spiegel, en EEUU aplicaron idénticas soluciones en la confrontación de los años 45-50.

En los años 50 aparece una fiebre investigadora acerca de la hipnosis. La prestigiosa APA (American Psychiatric Assotiation) reconoce el valor de la hipnosis como legítimo método terapéutico, y, hoy en día, una división de la American Psychological Assotiation está dedicada a su estudio e investigación.

2.5 Sofrología e hipnosis
En la década de los 60 aparecieron los trabajos de un médico colombiano, A. Caycedo, quien, trabajando en Barcelona, desarrolló una especie de redescubrimiento de la hipnosis, bajo el nombre de “Sofrología” (de una palabra griega que significa descanso, reposo). Su exposición, avalada por el Prof. Dr. A. Sarró, atrajo a numerosos profesionales y profanos. Los discípulos de Caycedo (por otra parte, apartado ahora de actividades médicas) enriquecieron la “sofrología” con diversas aportaciones, técnicas de meditación y hasta de Zen. La sofrología, hoy en horas bajas (aunque de repente surgen seguidores apasionados donde uno menos se espera) no ha sido sino un intento de revitalizar la hipnosis, en épocas de poco atractivo, a base de “enmascararla” bajo otro nombre y “embellecerla” con un discurso orientalista, fácil de vender en la década prodigiosa.

3. Definición

3.1 Verdades acerca de la hipnosis
El estado hipnótico es un estado de “superconcentración”, en el que la conciencia centraliza su atención sobre puntos concretos, separándolos del resto. Es como cuando hacemos pasar los rayos del sol a través de una lupa: la energía se concentra sobre un punto concreto, pero sin perderse un ápice de ella.

En este sentido es algo muy distinto del sueño. Durante la hipnosis no hay ningún tipo de pérdida involuntaria de control. Durante el estado hipnótico, el sujeto es dueño de sí mismo y no hace sino aquello que acepta hacer.

En sentido estricto, no es que una persona hipnotice a otra. Lo que sucede es que una persona entra en un estado de concentración y relajación, y otra le explica cómo hacerlo. Cualquier otra forma de entender la hipnosis es contraproducente.

Si el que da las instrucciones las plantea en forma de reto (“ahora no podrá abrir los ojos, aunque quiera”) o anuncia que van a suceder acontecimientos hipotéticos (“cuando se despierte ya no volverá a fumar”) está actuando, como mínimo, a la ligera. Si los sujetos hipnotizados son muy sugestionables, o (en la hipnosis de escenario) están vencidos por la ansiedad, pueden responder ciegamente a este tipo de órdenes. Pero, si se trata de personas normales, pueden responder en forma muy crítica a estas sugerencias, más propias del hipnotizador de feria que del profesional que emplea la hipnosis como medio para hacer el bien.

Bien es verdad que, para el hipnotizador de feria, este tipo de “espectáculos” resultan muy comerciales. Pero no es menos cierto que las órdenes a seguir de forma irracional comportan alguna forma de vejación al sujeto hipnotizado y suponen un desprestigio para la técnica.

3.2 Mentiras acerca de la hipnosis
La hipnosis no es un estado de sueño, aunque muchos de los hipnotizadores de feria (y algunos de los “serios”) manejen la palabra “Dormir” o la orden “¡Duerme!” como artimaña en sus actuaciones. Hipnosis es un estado de “superconcentración”. Si efectuamos electroencefalograma de una persona en estado hipnótico, el trazado obtenido no se parece en nada al del sueño, sino que se asemeja al de una persona despierta, atenta, pero en estado de gran tranquilidad y relajación mental.

3.2.1 ¿Cómo trabaja el hipnotizador de teatro?
El hipnotizador de teatro es alguien que trabaja con una “verdad a medias”, que suelen ser las peores de las mentiras. Hace hipnosis, pero no siempre. Según qué días, no hace nada de hipnosis. En la España pretelevisiva hemos tenido a dos de los más geniales “hipnotizadores” de teatro de todos los tiempos: el Profesor Alba, y Fassman, quienes, en las décadas de los 40 y 50, rivalizaban en protagonizar espectáculos de hipnosis en los escenarios de teatros. Otros, menos famosos, actuaban en las “varietés” de fin de sesión cinematográfica (entonces en boga) o en circos y fiestas mayores. Fassman, en su madurez, creó un centro de estudios donde enseñaba técnicas de hipnosis, meditación y relajación. Creo que era una excepción entre los hipnotizadores teatrales, pues llegó a desarrollar una actividad, como asesor psicológico, demostrando siempre una gran profesionalidad y honradez.

Veamos el trabajo del hipnotizador teatral estándar. Como inicio de sus demostraciones, pide voluntarios entre el público. Normalmente se presentan dos o tres, de forma rápida, que son los compadres (a sueldo del hipnotizador). Con ellos realiza efectos vistosos: “sueño inmediato”, obediencia absoluta, catalepsias… y caldea el ambiente.

Cuando, tras nuevas peticiones, suben al escenario 10 o 12 personas, el hipnotizador se aprovecha del “miedo escénico” de los que no son compadres. Despacha rápidamente a los que no advierte nerviosos o sugestionables, y se queda con las personas que entiende más simples y colaboradoras. Pueden ser personas inteligentes, pero bondadosas por naturaleza y poco dispuestas a crearle complicaciones al artista. De todas formas, si alguno inicia reticencias a media función, será ridiculizado y vejado… y mandado a su sitio en la platea.

Jean Louis Chardans, en su genial obra Diccionario Ilustrado de Trucos (Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1970) divide los “clientes” del hipnotizador teatral en: compadres (pagados), simpatizantes (gentes bondadosas), tímidos (hacen lo que se les dice) e imitadores (hacen lo que los demás por miedo a quedar mal). El hipnotizador juega con el miedo y la simpatía. Sus sujetos responden a dos conceptos bien definidos: quienes soportan la experiencia, y quienes actúan en la experiencia.

Se busca crear en los sujetos tres grados de inconsciencia más o menos total o voluntaria: “sueño” provocado, obediencia de órdenes e irresponsabilidad total.

Los compadres son quienes llevan la peor parte: atravesados con agujas, o desnudándose ante el público (a pesar de las “exhortaciones” de sus “familiares”). Pero también es posible que algunos “nerviosos” inocentes hagan las mil y una, dejando sorprendido incluso al hipnotizador.

Si alguno de los sujetos no se presta al juego, el hipnotizador teatral suele imprecarle con frases del estilo de “Solamente hay dos casos en que yo fracaso: con retrasados mentales o con alcohólicos”. El público se ríe, y la persona molesta se marcha en el 90 por ciento de los casos.

3.2.2 ¿Cómo trabaja el hipnotizador de televisión?
Más fácil todavía. Se llena un plató con mil personas ansiosas de salir en televisión. El mago anuncia que solicita diez voluntarios, los cuales, después de colaborar, serán invitados a una merienda opípara y visitarán los estudios de la TV de turno. Se abalanzan los candidatos. Se eligen los 10 más “bondadosos”, y, por si acaso, algún que otro compadre. Se les hacen pruebas de “hipnotizabilidad”. Cuando alguno fracasa (o sea, no hace lo que el mago le dice) se le echa sin contemplaciones y se anuncia por la megafonía que queda excluido de la merendola. Se piden nuevos voluntarios para sustituir a los caídos en desgracia. Se llega a tener los diez o doce más dóciles y mansos. Se actúa. Si alguno falla, se dice “¡Corten!” y se le manda a su sitio (o se le expulsa del plató). Al final se montan las escenas más adecuadas, y el programa se emite con insólitas demostraciones del hipnotizador, que, milagro, jamás tiene un fallo cuando la emisión definitiva llega a las pantallas.

1. Técnica pura para la hipnosis y la autohipnosis

1.1 ¿Qué significa llegar a un estado de relajación hipnótica?
En el estado hipnótico llegamos a una situación de superconcentración y de descanso, que comporta los siguientes cambios:

1. Relajación muscular. El estado es de inmovilidad (excepto en lo referido a músculos respiratorios) y de ahorro de la energía.

2. Disociación de las sensaciones corporales. Algunas partes del cuerpo “no se notan”; El cuerpo se siente ligero y pesado al mismo tiempo.

3. Se pierde la atención para todo aquello que no sea esencial. Los sonidos ambientales parecen lejanos.

4. Aumenta la capacidad para percibir las sensaciones que uno mismo se sugiera: cansancio, pesadez, descanso, placidez…

5. Aumenta la capacidad para disminuir la sensación de tacto, o incluso de propiciar anestesia, en cualquier parte del cuerpo.

6. Se puede lograr la regresión en el tiempo: volver a vivir situaciones pasadas, incluso aquellas que fueron olvidadas por resultar lacerantes o dolorosas.

7. La superconcentración permite aprender instrucciones y “grabar” mensajes con todo detalle.

1.2 ¿Hay grados en la hipnosis?
Los tratados clásicos proponen tres fases de profundidad en la hipnosis:

1. Fase I. La relajación muscular es notable, y la conciencia ligeramente concentrada. El sujeto percibe la relajación (por ejemplo, si tenía un lápiz en la mano, éste se cae al llegar a la fase I, lo que puede emplearse como mecanismo de comprobación). El recuerdo del estado hipnótico es total una vez este ha cesado. Es la fase ideal para el descanso hipnótico.

2. Fase II. Sería un estado intermedio entre la fase I y la Fase III. Además de la relajación el cuerpo se siente muy pesado, y los movimientos se advierten dificultosos e innecesarios. El sujeto no desea moverse y responde positivamente a las sugestiones de inmovilidad. Algunas partes del cuerpo se disocian (es decir, no se perciben). El recuerdo es total, pero existe una clara distorsión en cuanto a la percepción del tiempo (media hora en ese estado puede percibirse como unos pocos minutos). Es la fase ideal para la mayor parte de las terapias y de los diversos usos de la hipnosis.

3. Fase III. Se consigue con un poco de tiempo y cuando ya se tiene amplia experiencia en fases I y II. la relajación es completa y la concentración de la conciencia es total. Todo lo que no concierne al pensamiento sobre el que se concentra la conciencia, desaparece. Es la fase ideal para hacer regresiones, o para integrar mensajes post-hipnóticos (cosas que se debe hacer una vez terminada la hipnosis). La percepción del tiempo es casi nula. El recuerdo del estado hipnótico es fragmentario, y algunos puntos concretos pueden quedar excluidos de la memoria.

1.3 ¿Hipnosis o autohipnosis?
Creo, honradamente, que toda hipnosis es una autohipnosis. Mi teoría favorita es: Usted entra en un estado de superconcentración, que llamamos estado hipnótico, y yo le enseño cómo se hace.

Los métodos para llegar al estado hipnótico son muy variados. De hecho, el estado hipnótico no difiere del estado de superconcentración conseguido mediante técnicas de relajación, de meditación o de yoga. Como dice Krisnamurti, el gran filósofo de la meditación pura, se trata de llegar a un estado en que la mente, libre de prejuicios y supeditaciones, simplemente piensa y observa. El gran maestro compara este estado de “observación” con lo que significa observar con la vista, por ejemplo, si miramos un balcón lleno de flores un día de sol. Pero simplemente observando: dejando pasar la vista sobre las formas, los colores, las luces… sin pretender contar las flores, ni decir su nombre o variedad, ni juzgar acerca de su colocación. Simplemente observar: disfrutar de lo que vemos, sin más.

La observación pura más elevada, según este autor, se consigue cuando el pensamiento se observa a sí mismo, cuando observador y observado se funden en una sola entidad.

En mi trabajo, enseño a usar la autohipnosis desde el primer día. Empleo instrucciones verbales que grabo en una cinta de cassette para cada cliente. La lleva a su casa, y practica cada día cuanto quiere para ir automatizando la llegada al estado de “observación”. Así, en futuras sesiones, alcanzar este estado será cada vez más rápido y los resultados del tratamiento serán más eficaces en menos tiempo.


1.4 Instrucciones para la autohipnosis
Exponemos tres técnicas para entrar en estado hipnótico que, a pesar de su aparente sencillez, son altamente poderosas para lograr la finalidad prevista. Escuchar las instrucciones en un cassette es una manera eficaz de seguir los pasos adecuados. En las sesiones “in vivo”, suelo controlar el proceso de inducción mediante la aplicación de un “polígrafo” (el famoso “detector de mentiras”) que no es más que un instrumento capaz de ofrecerme en pantalla la constatación de si el sujeto se relaja o no, lo que me da ocasión a variar el ritmo de las instrucciones y acomodarlo a cada persona en particular.

1.4.1 Una técnica muy segura: hipnosis y relajación muscular
La persona debe colocarse en una cama cómoda, en un diván o en un sillón reclinable para relajación. Si usa cojín, éste debe ser de miraguano o de un material sintético similar y maleable, de forma que fije el cuello y la cabeza de una forma cómoda y adecuada para cada cual. La luz debe ser tenue, o inexistente. El ambiente sin ruidos extemporáneos. El teléfono descolgado, y las demás personas de la casa advertidas de no interrumpir. Las instrucciones son algo así como:

“Vamos a iniciar el ejercicio de relajación hipnótica. Busca, en primer lugar, la postura en la que sientas mayor comodidad, en la que notes que no estás haciendo fuerza alguna.

Empezaremos con un ejercicio de cansancio ocular. Coloca tu mano derecha extendida hacia adelante y arriba, casi por encima de tu cabeza. El puño cerrado y el pulgar extendido. Mira fijamente la punta del dedo pulgar, sin girar la cabeza hacia atrás, pero forzando la vista. Deber notar que los ojos se esfuerzan en mirar hacia arriba y hacia atrás.

Notarás rápidamente una sensación de cansancio y tensión en ojos y párpados, así como dificultad para fijar la vista donde deseas, aparición de visión doble y necesidad de cerrar los ojos. Compara esta tensión con el bienestar que percibirás al cerrar los ojos y bajar la mano. Hazlo ahora.

Iniciarás un ejercicio de respiración profunda. Debes respirar profunda y acompasadamente. En cada inspiración tomarás todo el aire que seas capaz, y lo expulsarás por completo en cada exhalación. Debes notar que, al respirar profundamente, tu abdomen, la zona de tu ombligo, se desplaza arriba y abajo al tomar y expulsar el aire. Concéntrate en pensar que cada vez que expulsas el aire es como si eliminases tensión de tu cuerpo.

Al cerrar los ojos notaste una sensación de bienestar y descanso en tus párpados y en tu frente. Dejaremos ahora que este bienestar se expanda por todo tu cuerpo.

Concentra tu atención en tu brazo derecho. Repásalo mentalmente, desde el hombro hasta la mano, comprobando que esté perfectamente apoyado y que no haga fuerza alguna para mantener su postura.

Cuando oigas la palabra “tensión” colocarás en tensión todos los músculos del brazo, aunque sin moverlos de sitio. No lo levantes ni cierres el puño. Simplemente tensa todos los músculos. Lo mantendrás durante unos diez segundos, hasta que oigas la palabra “basta”. En ese momento cesarás de forma inmediata la tensión, tan rápido como si accionases un interruptor, y tu brazo quedará colocado en reposo. En unos treinta segundos, de forma automática, el brazo quedará como desconectado, en reposo, como si estuviera junto a tu cuerpo pero sin formar parte de él. La sensación es de calma y de descanso. Así pues, con el brazo derecho “¡Tensión!”… “¡Basta!”. Tu brazo derecho se desconecta y queda en reposo junto a ti. Respiración profunda… Tu brazo derecho va entrando en estado de calma y sosiego.

Concentra ahora la atención en el brazo izquierdo. Repásalo también mentalmente para comprobar que está bien apoyado… Cuando oigas la palabra “tensión” harás la tensión con los músculos del brazo izquierdo. La mantendrás hasta que oigas “basta”, y, en ese momento, desconectarás la tensión y dejarás que tu brazo entre en reposo. Así pues, con el brazo izquierdo, “¡Tensión!”… ¡”Basta!”. Respiración profunda… También tu brazo izquierdo se desconecta y va quedando en reposo.

Tu cuerpo va entrando en relajación, como si fuera cubierto por una nube. Trabajaremos ahora tu pierna derecha. Repásala mentalmente desde la cintura hasta el pie. Comprueba que esté perfectamente apoyada, sin hacer fuerza. Cuando oigas la palabra “tensión”, tensarás firmemente todos los músculos de la pierna derecha. Cuando oigas “basta” soltarás la tensión, y también la pierna derecha quedará en reposo junto a ti. Así pues, con la pierna derecha, “¡Tensión!”… “¡Basta!”. También tu pierna derecha entra en estado de reposo. Respiración profunda… Deja que tu cuerpo se vaya sintiendo distendido y plácido.

Trabajaremos ahora tu pierna izquierda. Comprueba mentalmente que está bien apoyada. Cuando oigas “tensión” harás la contracción con los músculos de la pierna izquierda. Cuando oigas “basta” la soltarás, y, en ese momento, la inmensa mayor parte de tu cuerpo estará en reposo con lo que se incrementará la sensación de descanso.

Así pues, con la pierna izquierda, ¡”Tensión!”… “¡Basta!”. Respiración profunda… ¡Descansa!…

La relajación hipnótica es un estado de descanso en que dejamos nuestros músculos relajados e inmóviles, al tiempo que la mente se concentra y se calma. La sensación corporal que notarás es doble. En algunos momentos sentirás tu cuerpo como pesado, como pegado a la cama o sillón, pero en otros momentos lo sentirás ligero, leve, como si estuvieras sobre un colchón neumático flotando sobre el agua tranquila. Esta doble sensación es propia de los estados de relajación hipnótica superficial.

Tu mente también la percibirás con una doble sensación. Por una parte notarás una fuerte concentración, un total control. sabes donde estás, qué haces, para qué lo haces. Por otra parte, notarás un alejamiento del entorno, como si las cosas estuvieran lejos y confusas… También esta doble sensación, de control y de abandono, es propia de los estados de relajación hipnótica superficial.

Unos minutos de relajación proporcionan más descanso que un tiempo mucho mayor de sueño. Esto es así porque durante el sueño no hay control. Puedes soñar, moverte, respirar agitadamente… Pero durante la relajación el control es total. Sabes lo que haces. Tu inmovilidad es total y plácida. Únicamente haces los movimientos de la respiración, los ejercicios para aumentar la relajación o pequeñísimos movimientos para acomodarte en un momento dado. El resto del tiempo, el cuerpo descansa. La mente descansa.

La mente, en estado hipnótico, adopta una postura de observación. Simplemente observa. la conciencia se concentra en los puntos en que tu deseas concentrarte. Todo lo demás no se percibe.

Durante la relajación hipnótica puedes aprovechar para eliminar tensión. Respira profundamente. Oxigenarás tu cuerpo, relajarás la musculatura de tórax y abdomen, y, en cada exhalación, es como si abrieses la espita que descarga el depósito de las tensiones acumuladas.

Saldrás del estado de relajación en tres fases. Primero las explicaremos. En la fase uno, al oir “uno”, abrirás los ojos. En la segunda fase, al oir “dos”, harás movimientos suaves con manos, brazos y piernas, para sentir nuevamente el movimiento corporal. En la tercera fase, al oir “tres”, darás por terminado el ejercicio. Desconectarás mentalmente, y volverás a tu estado normal, con la intensa sensación de haber descansado y de mantener un estado mental de equilibrio y firmeza.”

1.4.2 Una técnica muy rápida: visualización
Las técnicas de visualización consisten en representar en el pensamiento imágenes que intentan “vivirse” de forma lo más completa posible. Debemos entrenarnos en percibir la imagen con todos los detalles que puedan captar los sentidos. Es como si entrásemos en la situación y buscásemos percibirla en su plenitud, reproducirla en nuestra mente con sus menores detalles.

No es difícil, aunque al principio pueda parecerlo. He aquí un método con tres aproximaciones sucesivas, relativamente fácil de percibir. Veamos las instrucciones:

“Iniciaremos un ejercicio de visualización. Ponte en una postura cómoda, respira profundamente y mantén tus ojos cerrados.

Visualizarás, en primer lugar, una imagen de cansancio físico. Busca en tu recuerdo algún momento de tu vida en que hayas sentido un intenso cansancio físico. Quizá después de hacer algún ejercicio agotador, una excursión, o un trabajo, cambiar muebles…

Debes recordar intensamente esta situación. Colócala en tu pensamiento y rememora los detalles. Cuál era tu vestimenta, qué personas había, cómo era la luz, el ambiente. Qué olores sentías. Cómo era tu respiración. Qué sonidos percibías… Rememora también la sensación de cansancio, quizá de sudor, de sed. La necesidad de sentarte o echarte, de descansar.

Deja que todo tu cuerpo se impregne de la sensación de cansancio… tus brazos pesados, tus piernas… Siente ahora el efecto del cansancio sobre tu cuerpo. Descansa.

Visualizarás en segundo lugar una situación de bienestar y placer afectivo, en compañía de otra persona. Puede ser, o no, una relación de pareja. Debe ser alguna situación que recuerdes con especial ternura. Una de las veces que has sentido con más intensidad la vivencia de afecto, de cariño, de dar y recibir, de entregarte.

Recuerda intensamente la situación. Colócala en el pensamiento. Recuerda quiénes estabais. Como ibais vestidos. Como era el ambiente, la luz, las sombras, las cosas, los muebles, el olor, los sonidos, las voces, el silencio, el tacto… Recuerda cómo te sentías, como se sentía la otra persona. Deja que la corriente de afecto y ternura pase otra vez por tu cuerpo y tu mente. Imprégnate de esa sensación. Siente el bienestar y el deleite que la situación conlleva. Siente el efecto de est tranquilidad sobre tu cuerpo. Descansa.

Pasaremos ahora a visualizar una escena de descanso en el paisaje más hermoso que recuerdes haber visto en toda tu vida. Ese lugar maravilloso que te evoca paz, reposo y serenidad. Donde es posible fundirse con la naturaleza, gozarla…

Obsérvate en ese paisaje, mirándolo, sintiéndolo, gozándolo. Rememora el espacio con todos tus sentidos: la luz, las sombras, los colores, la humedad, la temperatura, cómo es tu forma de vestir, tu actitud. Qué olores se sienten. Cómo es el aire, la brisa, la atmósfera, el cielo…

Deja que tu cuerpo y tu mente se integren ahora en este paisaje. Siente cómo todo tu cuerpo se impregna de esa sensación de paz y sosiego. Descansa”

En breves minutos es posible reproducir las visualizaciones expuestas, y pasar a un estado de concentración mental propio de la autohipnosis. Podemos, a partir de ahí, pasar a visualizaciones más concretas, para solventar problemas personales o para entrenar habilidades.

1.4.3 Una técnica mixta.
Cuando tengas experiencia en autohipnosis mediante alguna de las técnicas explicadas, quizá te interese crear tu propia técnica para llegar lo más rápidamente posible al estado de superconcentración. Te expongo a continuación una técnica mixta, relativamente rápida, que combina elementos de relajación muscular y de visualización. Insisto en que, para lograr resultados con esta técnica, debes tener experiencia concreta en cada una de las técnicas anteriores, y saber perfectamente qué sientes cuando llegas al estado hipnótico.

Las instrucciones son:

“Vamos a iniciar el ejercicio de relajación hipnótica. En primer lugar vas a provocar un cansancio ocular. Para ello vas a fijar tu vista hacia arriba, hacia un punto del techo. Debes notar que estás forzando la vista, hacia arriba y hacia atrás. Ello te producirá, en pocos momentos, un cansancio en los párpados. Notarás tensión y cansancio sobre los ojos, y necesidad de cerrar los párpados. Cierra los ojos… Descansa.

Mantendrás la respiración acompasada y profunda. Recuerda que debes inhalar todo el aire que puedas, y soltarlo cada vez por completo.

Impregna tus brazos y piernas de la sensación de pesadez. Siéntelos pesados, sueltos, como si cayeran. Comprueba que tus brazos y piernas se notan pesados, como pegados a la cama o al sillón.

Visualiza la escena de descanso en el paisaje relajante. Concéntrate en los detalles: el aire, la luz, los colores, los ruidos, los olores…

Deja que la sensación de pesadez en brazos y piernas se transforme en sensación de relajación, de descanso. Que la pesadez alterne con la ligereza. Sensación de flotación, de que tu cuerpo reposa mientras tu pensamiento se concentra en la visualización…”

A partir de ahí, podemos incluir en el proceso las visualizaciones que nos interesen.

2. Hipnosis y autohipnosis en la consulta médicaHasta ahora hemos visto lo que es la hipnosis de teatro, y unas instrucciones útiles para la hipnosis médica y la autohipnosis. Vamos a ver ahora cuáles son los posibles usos de la hipnosis para solucionar problemas psicológicos, o para mejorar nuestra manera de ser.

2.1 ¿Quién es hipnotizable?
Este es un punto muy controvertido. Algunos especialistas en hipnosis médica dicen que solamente una persona de cada diez es hipnotizable. Otros llegan a una de cada cuatro.

En mi trabajo diario he llegado a la conclusión de que, en la consulta médica, prácticamente todo el mundo puede llegar a un estado de relajación hipnótica. Bien es verdad que hay algunas excepciones, que ahora contaremos, pero la mayor parte de la gente es capaz de entender el proceso hipnótico… si se lo explican de la forma adecuada.

Cuando alguien acude al médico en demanda de ayuda, se establece entre ambos (médico y cliente) una relación de cooperación que llamamos alianza terapéutica. Ambos cooperan para llegar al mismo objetivo.

Desgraciadamente, eso no sucede siempre. La masificación de según qué consultas médicas y la sustitución de la relación humana por un exceso de tecnología provoca un “enfriamiento” de esta relación.

Pero en mi trabajo diario he mantenido el establecimiento de este vínculo, “a la vieja usanza”, sin prescindir para nada de la tecnología (manejo un completo laboratorio de neurofisiología, con toda clase de aparatos: electroencefalograma, maping cerebral, potenciales evocados cerebrales, reacciómetros, taquistoscopios, polígrafo, ordenadores…) A pesar de esta “tecnificación”, sigo pensando que la relación médico-cliente es vital, y me encanta trabajar de esta manera. Fijaos que hablo de “clientes” y no de “enfermos” o “pacientes”. Tengo muy claro que, por más que posea un Doctorado y dos Especialidades, soy alguien que ofrece unos servicios a cambio de unos honorarios. Me gusta pensar así, porque, de esa forma, tengo un poderoso estímulo para trabajar cada día lo mejor posible: si no lo hago bien, si no consigo resultados, perderé clientes y no conseguiré otros nuevos.

Algunos colegas no acaban de entender esta manera de pensar. Los que actúan con “mentalidad funcionarial” (y mucho peor si trabajan en puestos “funcionariales”) tienden a hacer el mínimo, especialmente si sus honorarios no dependen de si lo hacen bien o no. Fijaos en que digo “los que tienen mentalidad funcionarial”, que no son todos, ni mucho menos. En “puestos funcionariales” hallamos también bellísimas personas, con mentalidad seria, encaminados a prestar sus conocimientos de una manera eficaz y entregada, buscando crear con sus pacientes el vínculo que hace pensar al paciente “Este es mi médico” y al médico “Este es mi paciente”.

Si creamos este vínculo (que, por otra parte, exige casi siempre la libre elección de médico) será fácil trabajar con cualquier técnica. Si proponemos a nuestro cliente una técnica útil, como la hipnosis, y le explicamos clara y honestamente qué es y para qué sirve, el cliente aceptará la oferta que le hace su médico, en quien confía, como persona y como profesional.

2.2 ¿Es necesario “medir la hipnotizabilidad”?
Medir la “hipnotizabilidad” significa hacer unas pruebas previas para comprobar si el sujeto es “hipnotizable o no”. Existen diversos “test” concretos que sirven para probar si un sujeto es sugestionable, dúctil… en suma, para predecir si podremos llegar o no a hipnotizarle.

Pero ya os he contado que mi razonamiento es muy distinto. No se trata de que yo vaya a hipnotizar a mi cliente. Lo que hago es “enseñarle cómo entrar en estado hipnótico”.

Creo que, si empezamos haciendo “pruebas de hipnotizabilidad” estamos dando una imagen de incertidumbre. Transmitimos la idea de que “a lo mejor podemos, y a lo peor no”.

Prefiero decir a mi cliente: “Vamos a entrar en estado de relajación hipnótica. Te enseñaré como se hace, te grabaré las instrucciones en un cassette, y luego lo repetirás en casa. Quizá las primeras veces no consigamos una gran intensidad, pero eso es lo de menos. Buscaremos, de momento, una relajación hipnótica superficial, y, con la práctica, verás como cada vez obtienes una relajación más intensa.”

Controlo la situación con el polígrafo (“la máquina de la verdad”) que me ofrece, a tiempo real, información sobre si el cliente se relaja o no. Cambio mis instrucciones sobre la marcha y doy por terminado el ejercicio cuando constato que el paciente obtiene una relajación leve o moderada. A partir de ahí, la práctica en su casa nos demostrará si es capaz de repetir o no el proceso.

Hay personas que lo consiguen muy fácilmente. Otras, en cambio, comunican en la siguiente consulta que “son incapaces” de relajarse. Con estos últimos, ensayamos algún otro método, o, en su caso, renunciamos a las técnicas de relajación e hipnosis.

Pero son los menos. En mi estadística, nueve clientes de cada diez pueden beneficiarse de esta técnica… en el caso de que la técnica sea apropiada para su problema. Esto lo explicaremos en los apartados siguientes.

2.3 ¿Para qué no sirve la hipnosis en la consulta médica?
Hay una serie de problemas psicológicos en los que la hipnosis es inoperante o, peor aún, contraproducente. Son los siguientes:

1. Depresión. Los pacientes depresivos, con cualquier tipo de depresión (ver en esta misma colección el manual del Dr. Manuel Alfonso acerca de “Depresión y Ansiedad”), tienen muy difícil la obtención de cualquier tipo de relajación, sea por el método que sea. La depresión, a pesar de su expresión psicológica es una enfermedad orgánica y como tal hay que tratarla. La primera fase del tratamiento debe incluir el empleo de medicamentos antidepresivos. Más adelante, cuando la persona sale del estado depresivo, la “ansiedad obsesiva” (dar vueltas y vueltas a las cosas, sin llegar a resultados) desaparece, y la persona es capaz de concentrarse. Recordemos que la hipnosis es un estado de “superconcentración” y que cualquier depresión, aún las leves, provocan problemas importantes para fijar la atención.

2. Esquizofrenia y síntomas psicóticos en general. La esquizofrenia es una enfermedad mental grave que consiste en una pérdida del contacto con la realidad. Los delirios (sistemas de pensamiento sin contenidos reales) y las alucinaciones (percibir cosas que no existen) son los “síntomas psicóticos” más habituales. En cualquier psicosis (palabra prácticamente sinónima de esquizofrenia) aparecen también síntomas de deterioro. La persona se vuelve más o menos inútil para el trabajo, el estudio, las relaciones sociales y afectivas. Este tipo de pacientes pueden vivir la hipnosis en forma delirante, percibiéndola como una “intromisión” en su pensamiento, o en una forma de perjudicarles.

1.1 ¿Para qué sirve la hipnosis en la consulta médica?
La hipnosis y, en consecuencia, la autohipnosis, constituye un complemento eficaz en el tratamiento de una gran diversidad de problemas. Exponemos los más experimentados.

1.1.1 Reestructuración de los conocimientos y de las actitudes.
Es mi aplicación favorita. En este caso empleamos la hipnosis para “grabar” conocimientos y nuevas actitudes que permitan al sujeto enfrentarse mejor a los problemas que la vida proporciona.

Tomemos un ejemplo: Si una persona cree que es muy importante conseguir la aprobación y el aprecio de quienes le rodean, se siente mal cuando cree que no lo consigue. Puede incluso actuar de forma forzada, buscando que “todos le quieran”, aunque para ello deba renunciar a su propia manera de ser, o deba hacer concesiones que, en el fondo, le frustran.

Lo que nos afecta no son los hechos, sino la visión que tenemos de ellos. Y la visión que tenemos de los hechos depende, en gran medida, de “cómo hemos aprendido a ver los hechos”. Una “idea errónea” como la expuesta (“Debo agradar a todo el mundo”) hace que veamos a los demás como jueces a quienes tenemos que agradar por encima de todo, lo que nos supedita constantemente a las opiniones de otras personas.

En otras palabras, las “ideas erróneas” hacen que “veamos la realidad” de forma deformada. Si la idea errónea es “Mejor evitar los problemas que afrontarlos”, la persona se pasa el tiempo cerrando los ojos ante los problemas, y soslayándolos en lugar de tratar de resolverlos. A la larga, acaba por no saber qué hacer ante ningún tipo de problema, y, lo que es peor, se siente cada vez más incapaz. Le falta “entrenamiento” en el hábito de afrontar la realidad.

En estos casos, la técnica hipnótica puede ser de gran ayuda. Para cada “idea errónea” grabamos instrucciones racionales que pasarán a formar parte de los esquemas mentales del sujeto. El estado de relajación hipnótica supone una “superconcentración” que permite aprender las cosas con gran facilidad. Si las ideas son simples, racionales y claras, se “insertan” en la mente de quien las practica y, en poco tiempo, pasan a formar parte del “pensamiento automático”. Llamamos pensamiento automático al pensamiento que, constantemente, estamos produciendo, aún cuando no nos damos cuenta. Es una especie de “diálogo interior” que mantenemos con nosotros mismos, casi inconsciente, pero que comporta constantes “instrucciones” acerca de cómo actuar y acerca de qué valores debemos asumir.

Si quieres practicar con algún “pensamiento erróneo”, te ofrezco una lista de los más habituales, y, para cada uno de ellos, los “mensajes racionales” que debes grabar en tu cinta de autohipnosis tras las instrucciones para inducir la relajación hipnótica. En el cupón que adjuntamos a este libro hallarás la lista de cintas que tenemos ya grabadas, por si quieres solicitar alguna concreta para tu uso.

1.1.1.1 Ideas erróneas más habituales
1. Necesidad de aprobación. Ya la hemos comentado. La idea errónea es que el sujeto cree que debe, inexorablemente, conseguir el aprecio, la aprobación o el afecto de quienes le rodean. Como todas las ideas erróneas se apoya en algo que es cierto: es bueno conseguir aprobación… pero es imposible conseguirla siempre.

2. Necesidad de perfección. Creer que uno debe ser irremisiblemente perfecto. Que no tiene derecho a equivocarse. Que el error nos debe hacer sentir culpables. El perfeccionista patológico va dejando de hacer las cosas que no puede hacer a la perfección, con lo que cada vez va haciendo menos y está dispuesto a aceptar menos responsabilidades. Suele ser muy molesto para los demás, si exige también perfección suprema a quienes le rodean.

3. Hay que buscar a los culpables; su castigo resuelve el problema. Pero, desgraciadamente, es más importante la prevención que el castigo. Por otra parte, quien siempre busca “culpables”, tiende a desechar su propia responsabilidad.

4. Las cosas deberían ser como necesitamos que sean. “Mi vida sería maravillosa si las cosas fueran como yo quiero”. Pero la realidad es distinta: las cosas son como son y no necesariamente como nos gustaría que fuesen.

5. Los acontecimientos externos son la causa de nuestros males. Recordemos el mensaje básico: lo que nos afecta no son los hechos, sino la manera que tenemos de afrontarlos. Los acontecimientos externos son como son. Nosotros tenemos que aprender a afrontarlos de la mejor manera posible.

6. Es normal sentir ansiedad. Hay personas que están tan acostumbradas a ser “sufridores”, que creen que lo normal, o incluso lo deseable, es sufrir por todo y por todos.

7. Es mejor evitar los problemas que no afrontarlos. No es verdad. La vida nos depara constantemente situaciones problemáticas, y hemos de aprender a afrontarlas. Otra cosa es prevenir problemas. Pero, cuando aparecen, no hay más remedio que pechar con ellos y resolverlos de la mejor manera posible.

8. Necesitamos ayuda. Hay personas que se sienten enteramente desvalidas cuando deben actuar por su cuenta, afrontar responsabilidades o tomar decisiones. Nunca va mal tener un apoyo… pero es imprescindible que perfeccionemos nuestra autonomía para obrar por nuestra cuenta. No siempre nos será posible contar con la ayuda que deseamos.

9. El pasado nos determina. hay personas “marcadas” por su pasado. Bien es verdad que algunos sucesos pueden resultar altamente condicionantes (por ejemplo, haber nacido con un defecto genético), pero eso no “determina” la vida en sentido estricto. Cada persona puede evolucionar. El pasado no es sino algo que ya ha sucedido. No podemos volver atrás a cambiar nada. debemos afrontar el presente, y mirar de progresar día a día sin caer en la trampa de la pasividad que supone decir: “Soy así. Nada puedo hacer”.

10. La felicidad aumenta con la pasividad. Hay personas cuya manera de reposar es “no hacer absolutamente nada”. Sí que hay momentos de la vida en que puede ser grato tomarnos este tipo de descanso. Pero quien no tenga otras alternativas… tendrá una vida muy poco enriquecedora. Y una jubilación dramática.

11. No tenemos control sobre nada. Hay quien cree que, en este mundo, somos seres pasivos e impotentes, que nada podemos hacer para cambiar el curso de nuestras vidas. Ello les lleva a una pasividad insoportable, que comporta, a la larga, sentimientos de frustración y depresión.

12. Somos frágiles y debemos evitar el sufrimiento a toda costa. Lo cual lleva a quienes tengan esta idea errónea a evitar todo esfuerzo, o a ignorar todo aquello que comporta una dificultad. Nuevamente la pasividad y la desesperanza son las consecuencias finales de este tipo de pensamiento irracional.

13. Las relaciones se basan en el sacrificio. No necesariamente. Tan bueno es dar como recibir, pues las relaciones deben basarse en el respeto mutuo. Si en una relación, una de las partes se “sacrifica” siempre, no es raro que, a la larga, sienta que le han estado tomando el pelo.

14. Si no haces lo que proponen los demás, estarás solo. Pero lo importante es hacer lo que realmente deseamos hacer, o lo que nos conviene hacer. Por otra parte, la soledad no es necesariamente negativa. Hay muchas cosas enriquecedoras que podemos hacer sin compañía. El “miedo a la soledad” es un mal consejero a la hora de plantear nuestras relaciones con los demás.

15. Cuando te desaprueban, es que estás errado. No necesariamente. Tenemos derecho a pensar y obrar “en conciencia”. Si tenemos la seguridad de actuar de acuerdo a nuestras convicciones, tenemos derecho a hacerlo.

16. Existe el amor perfecto y la relación ideal. Pero “nadie es perfecto”. No existe la “media naranja”. Cada cual tiene sus virtudes y sus defectos, y, en cualquier relación, hemos de profundizar para conocer unos y otros, y ver si casan con los nuestros. Quien espere la “pareja ideal”, puede esperar sentado.

17. El valor de una persona deriva de cuanto consiga o realice. Es un pensamiento habitual en tiempos de materialismo. Pero no olvidemos que un imbécil, aunque gane mucho dinero, sigue siendo un imbécil.

18. El enfado es destructivo. No siempre. A veces es lícito enfadarse (otra cosa sería descargar la ira o la agresividad sobre los demás). Hay ocasiones en que un enfado nos puede “mover” a tomar decisiones necesarias.

19. Es un error anteponer nuestras necesidades. Hay personas que creen que siempre deben anteponer las necesidades de los demás, y constantemente se rebajan o posponen. Pero es lícito anteponer nuestras necesidades cuando ello es necesario para nuestra autoestima. Con tal de que no ataquemos los derechos de los demás, es bueno defender los nuestros. Incluso en el Evangelio se dice que un mandamiento capital es “amar al prójimo como a ti mismo”. Es decir, que el “amor por uno mismo” es puesto como medida de lo que debe ser el amor hacia los demás. Quien no sabe respetarse a sí mismo, ni sabrá respetar a los demás, ni será respetado por ellos.

1.1.1.2 Ideas racionales para “grabar” en nuestro pensamiento
He aquí una serie de afirmaciones racionales, para las ideas irracionales más relevantes:

1.1.1.2.1 Afirmaciones “anticulpa”
No quiero sentirme culpable porque no me servirá para nada

No puedo volver atrás en el tiempo

Hice lo mejor que sabía en aquel momento

Haré lo necesario para mejorar día a día

Me perdono por no ser perfecto/a

Perdono a los demás por no ser perfectos/as

Tengo valor para decir “lo siento”

Puedo guiar a mis hijos sin necesidad de controlarles

No quiero tener pensamientos autodestructivos

He elegido estar en paz conmigo, en lugar de sentirme culpable

Viviré el presente en lugar del pasado

1.1.1.2.2 Obtener aprobación
Obtener aprobación de todos los que nos rodean es imposible.

Existen muchas formas de pensar. No es posible coincidir con todas.

Cada cual tiene derecho a tener su propia opinión.

No podemos gustar a todo el mundo. Incluso en una elección política, los líderes con mayoría absoluta suelen obtener menos del 33% de los posibles votos (contando las abstenciones). Ello significa que solamente les aprueban 1 de cada 3 personas.

Si queremos expresar opiniones que gusten a todos, no tenemos más remedio que renunciar a algunas de nuestras ideas. Tenemos derecho a tener nuestras propias ideas.

Si hacemos concesiones para gustar a los demás, dejaremos de tener opiniones propias.

Si para contentar a los demás y conseguir su beneplácito queremos estar de acuerdo con ellos, deberemos adaptar nuestra forma de pensar a la forma de pensar de cada uno de los demás, con lo que estaremos cambiando de opinión constantemente.

A la larga los demás se darán cuenta de que no tenemos ideas propias, y, lo que es peor, de que cambiamos de idea con excesiva frecuencia.

No somos lingotes de oro que vaya a gustar a todo el mundo. Somos personas, con nuestras virtudes y defectos. Gustaremos a unos y desagradaremos a otros.

1.1.1.2.3 Perfeccionismo
Los seres humanos no somos perfectos… al menos en esta vida. La perfección total es inalcanzable.

Es verdad que debemos intentar hacer las cosas lo mejor posible, de acuerdo con nuestras posibilidades reales, pero la perfección completa no está a nuestro alcance.

Si intentamos hacer las cosas perfectas, perdemos tiempo y nunca llegamos a estar totalmente satisfechos.

Dejamos de hacer cosas si solamente hacemos aquello que creemos hacer perfecto

Limitamos nuestras posibilidades, incluso de diversión. Imaginemos que solamente jugásemos al tenis si fuésemos capaces de llegar al nº 1 del mundo.

Ni siquiera el nº 1 es perfecto. Todo ser humano se equivoca.

Tenemos derecho a equivocarnos. No debemos hundirnos ante el error.

El fracaso forma parte de nuestras vidas. Ante el fracaso debemos aceptar su existencia inevitable, analizar nuestros errores e intentar enmendarlos. Pero debemos aceptar el fracaso como algo inherente a nuestros actos.

Solamente no se equivocan quienes nada intentan.

No hay peor error que el de quien nada intenta.

Debemos educar a nuestros hijos en la aceptación del fracaso. La posibilidad del fracaso debe estar entre las “reglas del juego”.

1.1.1.2.4 El castigo de los viles asegura nuestra felicidad.
Es cierto que existen seres viles, pero ello no nos exculpa a nosotros de nada.

Cada uno debe aceptar sus propias responsabilidades. No podemos echar a los demás, sean viles o no, la culpa de nuestras desgracias.

Cada uno debe ser dueño de su vida, de la mejor manera posible.

La existencia de mafias y traficantes, por ejemplo, no explica por sí sola, la existencia de drogadictos. Cada uno de nosotros debe procurar, en su casa, el ambiente necesario para que los chicos no caigan en manos de las adicciones.

Nuestras escalas de valores deben ser claras y sólidas. Ello garantizará que las personas de nuestro entorno, que han aprendido nuestras escalas de valores, no vayan a caer en manos de quienes tienen escalas de valores al margen de la ley.

Debemos ser muy consecuentes con nuestras escalas de valores. Si no lo hacemos así, damos a quienes nos rodean malas lecciones acerca de cómo respetar las normas.

Debemos ser rectos con nuestras escalas de valores. No cambiarlas a nuestro antojo o en forma relativista. Si se hacen excepciones deben ser muy razonadas y perfectamente previsibles por los demás.

1.1.1.2.5 Las cosas deberían ser tal y como deseamos
Las cosas son como son, nos guste o no.

Cuando algo es quiere decir que ha sido así porque se han dado las circunstancias precisas para que así fuera. Todo lo que es, es.

No podemos volver atrás en el tiempo a cambiar nada.

Podemos hacer cosas en el presente (no en el pasado) y cambiar, en lo posible, las consecuencias de las cosas, pero las cosas (los hechos que ya han sido) no es posible cambiarlos.

Los hechos suceden sin tener en cuenta el concepto de “justicia”. La vida no es “justa” en el sentido que nosotros entendemos cuando decimos “¡no hay derecho!”. La vida no entiende de buenos ni malos. Hay “malos” que medran, en tanto que los “buenos” mueren. También sucede lo contrario. En esta vida no es posible alcanzar el concepto de justicia total.

Si no aceptamos las cosas tal como son, mal podremos afrontarlas.

La realidad es inevitable. Podemos cerrar los ojos, o esconder la cabeza, pero la realidad sigue ahí.

1.1.1.2.6 Los acontecimientos externos son los culpables.
Los acontecimientos externos no son los culpables de nuestras emociones, sino la forma como nosotros afrontamos estos acontecimientos.

Nuestra forma de ver el mundo condiciona lo que nosotros pensamos acerca de las cosas.

Nuestra forma de ver las cosas depende de nuestra experiencia, de nuestras escalas de valores, de nuestros estados de ánimo, de nuestros conocimientos…

Todo es según del color del cristal con que se mira. Una misma situación puede ser juzgada de formas muy distintas por diferentes personas. Incluso situaciones aparentemente absolutas, son relativas según quienes las vea (por ejemplo: si muere un hombre, sus amigos se entristecen, pero sus enemigos pueden alegrarse).

Hemos de aprender a afrontar los acontecimientos. Cuanto mayor sea nuestra capacidad para afrontar hechos, mejor preparados estaremos `para actuar siempre de acuerdo con lo posible.

Hay veces que la única respuesta adecuada es la resignación. No podemos luchar contra las cosas que no tienen solución. La solución, en estos casos, es aceptar que no hay solución a nuestro gusto.

1.1.1.2.7 Es normal sentir ansiedad.
Si acepto que es normal sentir ansiedad, sentiré ansiedad.

La ansiedad depende de lo que yo pienso acerca de los hechos. Si en mi diálogo interior me digo cosas que me van a hacer sentir ansiedad, sentiré ansiedad.

Soy yo quien elige la ansiedad. Si aprendo a pensar de forma sensata y racional, no tendré por qué sentir ansiedad.

Sustituiré la “ansiedad” por la “preocupación”. No permitiré que la ansiedad me bloquee.

No quiero tener ansiedad. No me va a servir para nada.

Cuando siento ansiedad me bloqueo. Mi corazón se acelera, mis manos tiemblan, mi mente se dispara, sudo, se me hace un nudo en el estómago, se me saca la boca… todo ello no me sirve para nada.

Cuánto más tranquilo esté, mejor afrontaré los obstáculos, aún aquéllos que parecen muy difíciles.

1.1.1.2.8 Es mejor soslayar los problemas que afrontarlos
Si soslayo o eludo los obstáculos, en lugar de hacerles frente, en el fondo elijo la solución más cómoda, más pasiva… pero menos eficaz.

Por más que lo ignore, sigue ahí.

No me entreno a resolver problemas ni a afrontarlos.

No resuelvo nada, con lo que, a la larga, perderé autoestima y creeré de mi que no soy capaz de hacer nada positivo.

La conducta neurótica por excelencia es la comodidad de no hacer nada. Es necesario aprender a afrontar la realidad, los obstáculos, los problemas… y buscar la mejor manera de actuar ante ellos.

Resolver los problemas quiere decir, simplemente, decidir cuál es la mejor solución posible, de acuerdo con la realidad. Aprender a afrontar problemas es una forma más de aceptar la realidad.

1.1.1.2.9 Es necesario contar con la ayuda de algo o alguien más fuerte que nosotros
No es malo contar con la ayuda de algo o alguien más fuerte… siempre que ello no nos bloquee cuando estamos solos.

No siempre es posible contar con ayuda.

Debemos aceptar nuestras responsabilidades en lugar de cargarlas a otras personas.

Si siempre buscamos ayuda o apoyo, no ganamos autoestima. La mejor forma de obtener autovaloración es estar de acuerdo con lo que nosotros hacemos o pensamos, sin tener que recurrir a los demás.

No siempre la ayuda será la más eficaz. Buscar apoyo en los demás es una forma de dependencia. Las personas dependientes son las que, con mayor facilidad, caen en dependencias inadecuadas (sectas, drogas…)

“A Dios rogando y con el mazo dando”. Ni siquiera una fe sobrenatural nos garantiza la pasividad total en nuestra vida. Obra mal quien se encomienda… y a partir de aquí se deja ir. Ni el apoyo de una fe sobrenatural nos exime de nuestras obligaciones.

1.1.1.2.10 El pasado nos determina
El pasado puede condicionarnos, más o menos, pero no nos determina en forma absoluta más que en contadas ocasiones (por ejemplo: una enfermedad genética), y aún así, hay muchas maneras de abordar cualquier situación, en el presente.

Haya pasado lo que haya pasado, lo que nos queda por vivir empieza ahora.

Lo único que vivimos es el presente. Un perpetuo presente que fluye constantemente a lo largo de nuestras vidas.

Debemos aprender a vivir el presente. Es lo único que realmente tenemos.

No podemos volver al pasado ni avanzar hacia el futuro. El presente es lo único que nos sirve.

Nuestra forma de afrontar el mundo es la que condiciona nuestra manera de actuar. Hay miles de formas de actuar. El pasado nos condiciona, en parte, pero la elección de una u otra forma de actuar depende de nosotros, ahora.

Si aceptamos la determinación por el pasado, o cualquier otra determinación, caemos en la trampa de la comodidad neurótica: “Yo qué voy a hacer, si todo está escrito”.

1.1.1.2.11 El ocio es la mejor forma de vida
El ocio total es la máxima comodidad neurótica. No hacer nada. No pensar nada. No actuar ante nada. No prever nada…

El descanso es necesario, pero no debo confundirlo con el ocio total. Incluso cuando descanso, estoy haciendo algo positivo.

El ocio total debe entenderse como una total dejación de responsabilidades.

Los periodos de descanso son necesarios, especialmente si los dedicamos a relajarnos activamente, cultivar aficiones, relacionarnos con los demás…

No debo aspirar al ocio total, ni pensar que es la mejor manera de vivir, porque entonces estaré perpetuamente disgustado con mi forma de vida.

La vida no es una fiesta. No hemos venido aquí a pasarlo bien en todo momento. Nos pasan cosas buenas y malas. Tenemos aciertos y errores. Si pensara que lo ideal sería que no pasara nada, que todo estuviera resuelto y que no tuviera que luchar por nada ni sentir dolor, estaría pensando en otra vida, no en esta…

1.1.1.2.12 No tenemos control sobre nada
Si acepto que no tengo control sobre nada, caigo en la máxima comodidad neurótica: resulta que no tengo que hacer nada sino esperar acontecimientos.

Las cosas son como son, pero la forma de actuar mía soy yo quien la tiene que decidir.

Tengo control sobre mí mismo a través de mi manera de pensar. Puedo decidir cuál es mi manera de pensar.

Ello no me garantiza la total libertad de acción, pero sí la total libertad de pensamiento.

En sociedades normales, democráticas, la libertad de pensamiento me permitirá una gran libertad de acción.

Soy yo quien decide, quien escoge mis reglas y mis límites.

Mis derechos solamente deben acabar donde empiezan los de los demás.

Tengo derecho a decidir, a obrar en conciencia, a equivocarme. Si me niego estos derechos, viviré más pasivo (con comodidad neurótica), pero no más feliz.

1.1.1.2.13 No debemos sufrir ni hacer sufrir a los demás
El sufrimiento forma parte de la naturaleza humana. Nada es totalmente bueno ni maravilloso. Siempre algo va a salir en desacuerdo a nuestras esperanzas o deseos.

Si intentamos evitar el sufrimiento, a toda costa, deberemos hacer concesiones. Por ejemplo: no es posible aprobar exámenes sin esfuerzo, ni culminar todos los trabajos.

Si acepto el esfuerzo conseguiré más cosas. No siempre lograré todo lo que deseo, pero a base de sufrimiento podré culminar cosas que me harán sentir satisfecho conmigo mismo.

No es posible tomar decisiones a gusto de todo el mundo. A veces nuestras decisiones harán sufrir a alguien. Cualquier decisión comporta un riesgo que debo aceptar y asumir.

Casi todo lo que deseo parece privar o dañar a alguien. Si intento anular esta realidad, acabaré por no comunicar sentimientos importantes o por no disfrutar de lo bueno, por temor de hacer daño.

1.1.1.2.14 Las relaciones se basan en el sacrificio
No es mejor dar que recibir. Son las dos caras de una misma moneda.

Las mejores relaciones son las que se basan en el respeto mutuo, en la aceptación de los derechos de cada uno.

El que cree que no debe pedir nada, en el fondo espera que los demás se darán cuenta de sus necesidades y las satisfarán. Pero la realidad es que los demás se acostumbran a no dar nada a la persona que nada pide.

Los demás nos tratan tal y como les enseñamos a tratarnos. Si les acostumbramos a pensar en nosotros como figuras abnegadas, sacrificadas, que todo dan y nada reclaman, nos tratarán como tales. Si nada pedimos, creen que nada necesitamos.

A la larga, puede llegar el momento en que quien siempre da, cae en la cuenta de que los demás “pasan” de él.

A veces, si un día no se sacrifica como de costumbre, se lo recriminan.

Debemos acostumbrarnos a vivir la vida en forma transaccional. Respetamos, y nos respetan. Damos, y recibimos. Ofrecemos, y pedimos.

La recompensa, ahora.

1.1.1.2.15 Existe el amor perfecto y/o la relación ideal
Nada ni nadie es perfecto. Una broma de Jardiel Poncela: “Hoy en día no existen virtuosas ni entre las violinistas”.

Si buscamos el amor perfecto o la relación ideal, lo más probable es que busquemos sucesivas relaciones porque ninguna nos satisface plenamente y siempre estaremos esperando la “media naranja” ideal.

Las parejas “perfectas” son aquellas que se respetan y que aceptan las limitaciones del otro.

Cada uno tiene defectos y virtudes.

Si acepto vivir en pareja, debo aceptar a otro tal como es, con sus virtudes y sus defectos. La otra parte, a su vez, debe obrar de igual forma conmigo.

La relación de pareja es un “contrato” generalmente no escrito, ni siquiera explícito. Cada uno espera cosas, pero no siempre las explica claramente. Es necesario poner sobre la mesa las expectativas para evitar sorpresas.

1.1.1.2.16 Estar solo es algo horrible
La soledad, por sí misma, no es horrible.

Si nos repetimos que nos asusta la soledad, acabaremos haciendo estupideces para no estar solos.

A veces la soledad es necesaria. Tenemos derecho a estar solos si así nos apetece.

El que tiene miedo irracional a estar solo, en el fondo, es que busca algún tipo de dependencia. Bien es verdad que a veces estaremos mejor acompañados, pero no podemos caer en la trampa de “necesitar” estar acompañados, porque no depende únicamente de nosotros solos. Si necesito algo que no depende por entero de mi, estoy colocándome en situación de subordinación o de ansiedad.

La soledad puede ser productiva y, a veces, deseable. Hemos de aprender a ocupar la soledad de forma que podamos sentirnos igualmente felices cuando tenemos compañía que cuando no tenemos.

1.1.1.2.17 El valor de una persona depende de lo que obtenga
El valor del ser humano depende del mismo hecho de ser humano.

Si supeditamos el valor a la capacidad de lograr, obtener, realizar… estaremos condenando de antemano a los disminuidos, a los menos inteligentes, a los menos capaces.

Alguien puede tener grandes logros, pero ser una mala persona, o un pervertido… la obtención de logros es significativa en cuanto a sí misma, pero no garantiza que la persona tenga un mayor valor global.

Un imbécil con dinero… sigue siendo un imbécil.

1.1.1.2.18 Mejorar la autoestima
Tengo valía porque lucho por sobrevivir.

Tengo necesidades legítimas. Está bien satisfacer mis necesidades.

Soy responsable de mi vida. Acepto las consecuencias de mis actos.

Siempre hago lo que me parece mejor en cada momento.

“Errores” es una palabra que utilizo después.

Tengo derecho a cometer errores.

Estoy ampliando mis conocimientos para tomar mejores decisiones.

En el momento de elegir hago lo que mi conocimiento me permite.

Es absurdo criticar las acciones de los demás; también ellos hacen lo que les permite su conocimiento.

Mi tarea básica es extender el conocimiento, el propio y el de quienes quiero.

Nadie vale más o menos que yo.

Puedo aprender de mis errores, sin culpa ni ansiedad.

El conocimiento de cada cual es diferente.

Cuando no estoy seguro de qué hacer, debo analizar las consecuencias.

Puedo inventar nuevas formas de satisfacer una necesidad y elegir sensatamente la mejor opción.

1.1.2 Control de hábitos
La hipnosis y la autohipnosis se han mostrado como un excelente método de ayuda para ayudar a los pacientes a controlar una serie de hábitos dañinos o molestos. Veamos su utilidad en varios de esos hábitos, y las distintas estrategias que pueden aplicarse en ellos:

1.1.2.1 Dejar de fumar
La dependencia de la nicotina, junto con la del alcohol, es la drogadicción más extendida en el mundo. La nicotina es una sustancia estimulante, espantosamente tóxica, pero a la que resulta fácil habituarse, así como desarrollar resistencia ante ella. Me explico: en un paquete de tabaco hay nicotina suficiente para matar a un “novato”. Si alguien que nunca ha fumado se fumase un paquete entero, tragando el humo con la fruición de un fumador veterano, como mínimo acabaría en Urgencias. Pero ¡ay! el fumador veterano desarrolla una tolerancia considerable hacia el tabaco. Lo se por experiencia. Hace quince años que no fumo, pero había llegado a consumir tres paquetes al día (dos de rubio y uno de negro) además de varios puros. Hoy en día, tras quince años de haber dejado el hábito, siento molestia al aspirar humo como fumador pasivo y estoy seguro de que marearía si intentase degustar un habano.

La autohipnosis es un método complementario adecuado para dejar esta adicción. Proporciona una especie de relajación ante el nerviosismo provocado por el abandono del cigarrillo, disminuye la sensación de “recompensa” provocada por el fumar y sirve para “cambiar” las ideas del fumador con respecto al tabaco.

De todas formas, no esperemos milagros. La adicción a la nicotina es la más extendida entre las habituaciones a drogas psicoactivas, y la tasa de recaídas en quienes intentan dejar el hábito es del 60 al 75 %, en el primer año, exactamente igual que con la mayor parte de las drogas denominadas “mayores” (heroína, cocaína).

Un tratamiento de deshabituación y abandono del hábito funciona o no, en relación a las circunstancias que se dan en cada caso:

1. El estrés ambiental influye desfavorablemente. Es difícil dejar de fumar si la persona está en situación de estrés.

2. El apoyo social (por parte de amigos, familiares…) debe ser incondicional y positivo. Es difícil que alguien deje de fumar si quienes conviven con él siguen fumando, o si los amigos y familiares siguen ofreciéndole tabaco.

3. Debe haber una suficiente información educativa acerca de las ventajas de dejar el hábito.

4. La persona debe tener un buen grado de autoconfianza y seguridad en sus posibilidades.

5. Las mujeres lo tienen mucho más difícil que los hombres. No se sabe la causa, pero el porcentaje de recaídas en mujeres (alrededor del 85 %) es mucho más elevado que el de los hombres.

6. Debe haber una motivación muy rotunda y sincera para dejar de fumar. La persona que quiere dejar de fumar debe tenerlo muy claro.

7. Los niveles altos de nicotina en sangre (su metabolito en sangre se llama “cotinina”) dificultan dejar el hábito. Desgraciadamente, cuánto más cigarrillos se fuman al día, mayor es el nivel de “cotinina” en sangre y, en consecuencia, mayor es el grado de adicción.

Las técnicas que se emplean son de dos tipos:

a) Dar instrucciones al sujeto acerca de que notará mal sabor de boca o de que se sentirá físicamente a disgusto mientras lo inhala. Una instrucción suplementaria puede ser la de permitir fumar únicamente un cigarrillo coincidiendo con las horas exactas, en tanto que si se intenta a cualquier otra hora aparecerá el malestar. Es un método que puede dar resultado en personas muy sugestionables, pero que crea una cierta dependencia hacia el terapeuta.

b) Reestructuración del conocimiento. Tal y como recomendábamos en el caso de “ideas erróneas”. Partimos de la base de que fumar es dañino, y grabamos el mensaje de que el adicto debe cuidar su cuerpo del veneno, igual como haría con un niño que fuera a tomar alguna sustancia nociva. De esta forma centramos el tema en lo que la persona busca (la salud) más que en aquello contra lo que lucha (el tabaco).

Las instrucciones de esta segunda técnica pueden ser las siguientes:

“Grabaremos un mensaje para que optimes tu voluntad para proteger su salud. Sabemos perfectamente que fumar es destructivo, especialmente para tu cuerpo. Fumando, entramos en nuestros pulmones una gran cantidad de alquitranes destructivos, muchos de los cuales son cancerígenos. Entramos también la nicotina, que es la droga productora de “placer”. La nicotina, aunque no lo percibas exactamente, tiene un efecto revitalizante y tranquilizador. Cuando llevas tiempo sin fumar conoces perfectamente el bienestar que recibes al inhalar el primer cigarrillo. La nicotina es la responsable de la adicción, y la que, a la larga, provoca el otro daño que es el de las arterias y del corazón.

A partir de ahora vas a proteger tu cuerpo de estas sustancias dañinas. Pondrás en la balanza el placer de fumar y las ventajas para tu cuerpo, y no te vas a hacer trampa. Quieres proteger tu cuerpo. Defender tu vida. Tu calidad de vida. Tus pulmones. Tu corazón. Demasiadas agresiones sufrimos por la contaminación ambiental, como para que juguemos con fuego al introducir humo extremadamente polucionante en nuestro cuerpo, y en el ambiente que respiran las demás personas. Defenderemos también nuestra economía. Colocarás en una hucha lo que gastarías en tabaco, y, en pocos meses, te harás un regalo estupendo como premio por haber defendido tu cuerpo.

Cuando fumas, te estás proporcionando un placer. Un premio. Pero, a partir de ahora, cambiarás tu concepto de premio. Decidirás que el mejor premio es el que te das en el momento en que renuncias a encender un cigarrillo. Te das el premio de respetar tu cuerpo, de cuidarlo, igual que harías con un niño al que vieras en situación de peligro. Tu cuerpo es tu don más preciado. Tu salud es el valor más importante. Quieres proteger tu cuerpo y tu salud, y vas a empezar ahora.

En el momento en que vas a tomar un cigarrillo has de decirte: No voy a engañarme. El mejor placer es el de cuidar mi salud. Mi bolsillo. Mi ambiente. Este va a ser mi premio.

Bien es verdad que, en alguna ocasión, puedo sucumbir a la tentación. Pero no me dejaré vencer si esto sucede. La diferencia entre un hombre y un cerdo es que, si caen en un charco de porquería, el hombre hace por salir; el cerdo se revuelca en ella. Si algún día consumo, inmediatamente volveré a decirme que lo que debo hacer es proteger mi cuerpo, y proporcionarme el mejor de los premios: cuidar mi salud, mi aliento, mis dientes… y mis pulmones y arterias.”

Es pertinente combinar este método con cualquier otro: acupuntura, chicles de nicotina, parches de nicotina… En estos casos, debe haber un profesional de la medicina que oriente el proceso, indicando las dosis de nicotina que se deben emplear y la forma de disminuirlas progresivamente hasta cesarlas por completo.

1.1.2.2 Control del peso
La autohipnosis puede emplearse en el control del peso, combinado con un plan dietético adecuado y con un plan de ejercicio. En esta misma colección podéis consultar el minimanual “Control del peso” del Dr. José Rumbau.

Cuando empleamos la autohipnosis, al igual que en el tabaquismo, podemos seguir dos métodos:

Crear en la persona una “aversión artificial” a según qué comidas. La técnica consiste en visualizar alguna escena muy desagradable, cuya percepción genere asco y náusea. Por ejemplo: visualizar que se está en una bañera llena de vómito en el que nadan cucarachas, y que uno se hunde cada vez más en ella mientras el apestoso material y los asquerosos bichos van entrando en su boca y son deglutidos hacia el estómago…

Creedme si os digo que, en estado hipnótico, esta visualización provoca náuseas físicas y contracciones gástricas precursoras del vómito.

Tal visualización se “asocia” a una palabra clave. Por ejemplo: “vómito”. Cuando la persona ha entrenado esto veinte o treinta veces, nada más pensar en la palabra “vómito” se imagina la situación y siente asco invencible.

Se le recomienda, entonces, que cada vez que vaya a comer algo indebido se diga “vómito”. El asco superará las ganas de comer.

Esta técnica no es la más recomendable, por lo mismo que antes decíamos: excesiva dependencia del terapeuta, necesidad de reforzar las “grabaciones” constantemente y por la sensación de “castigo” que provoca.

La segunda técnica es la misma que empleábamos con el tabaco: proteger al cuerpo. Cargar el acento en que el premio no es la comida, sino el placer que vas a sentir al reforzar tu voluntad y cuidar tu salud.

El mensaje sería más o menos como sigue:

“Grabaremos un mensaje para que optimes tu voluntad para proteger su salud. Sabemos perfectamente que comer en exceso es destructivo, especialmente para tu cuerpo. Comer en exceso significa incrementar tu peso, afear tu figura, elevar tu colesterol y aumentar el riesgo de enfermedades. Mantener tu peso ideal, en cambio, cuida tu salud, al tiempo que te da la satisfacción de mejorar tu autoestima. Controlando nuestro peso nos sentimos más satisfechos con nosotros mismos.

Cuando comemos en exceso, es porque, sin tenerlo del todo claro, nos estamos dando un “premio”. Nos proporcionamos el placer de comer aquello que nos gusta… que casi siempre es lo que peor nos sienta para el control del pesa.

A partir de ahora vas a proteger tu cuerpo de esta agresión. Pondrás en la balanza el placer de comer en exceso y las ventajas para tu cuerpo, y no te vas a hacer trampa. Quieres proteger tu cuerpo. Defender tu vida. Tu calidad de vida. Tus autoimagen. Tu corazón. Demasiadas agresiones sufrimos por la contaminación ambiental, como para que juguemos con fuego al introducir excesos de grasas e hidratos de carbono en nuestro cuerpo.

Cuando comes en exceso, te estás proporcionando un placer. Un premio. Pero, a partir de ahora, cambiarás tu concepto de premio. Decidirás que el mejor premio es el que te das en el momento en que renuncias comer en exceso. Te das el premio de respetar tu cuerpo, de cuidarlo, igual que harías con un niño al que vieras en situación de peligro. Tu cuerpo es tu don más preciado. Tu salud es el valor más importante. Quieres proteger tu cuerpo y tu salud, y vas a empezar ahora.

En el momento en que vas a comer en exceso has de decirte: No voy a engañarme. El mejor placer es el de cuidar mi salud. Mi imagen. Mi autoestima. Este va a ser mi premio.

Bien es verdad que, en alguna ocasión, puedo sucumbir a la tentación. Pero no me dejaré vencer si esto sucede. La diferencia entre un hombre y un cerdo es que, si caen en un charco de porquería, el hombre hace por salir; el cerdo se revuelca en ella. Si algún día como en exceso, inmediatamente volveré a decirme que lo que debo hacer es proteger mi cuerpo, y proporcionarme el mejor de los premios: cuidar mi salud, mi apariencia y la confianza que tengo en mí mismo.”

Los planes de dieta y ejercicio son los habituales en estos casos. Nuevamente nos referimos al minimanual acerca de “Control del peso” editado en esta misma colección.

1.1.2.3 Tics
La autohipnosis puede emplearse en el tratamiento de los tics, aunque siempre en combinación con otras técnicas. Los tics son movimientos involuntarios, y prácticamente inconscientes, que afectan a uno o varios músculos del cuerpo. A veces son ruidosos (tics fonatorios) consistentes en carraspear, inspirar por la nariz o chasquear la lengua. En ocasiones son combinaciones amplias de todo esto que venimos diciendo.

En cualquier caso de tics debe intervenir un médico neurólogo, que va a diagnosticar el tipo y la gravedad de cada uno de los distintos tipos de tics. En principio hay tres tipos de tic:

1. Tics transitorios. Son los más benignos. Afectan a uno o dos músculos, varían de una temporada a otra, aparecen y desaparecen espontáneamente.

2. Enfermedad de los tics (o enfermedad de “Gilles de La Tourette”). Toma su nombre del neurólogo francés que la describió por primera vez. Los tics son constantes, incoercibles, afectan a muchos grupos musculares, aumentan cuando el sujeto está solo y se acompañan de la emisión de ruidos y de palabras en forma compulsiva.

3. Tics motores crónicos. Estarían entre los dos grados anteriores. Más que un tic transitorio, pero sin llegar a la gravedad y espectacularidad de la enfermedad de Gilles de La Tourette.

Los dos últimos tienen un origen orgánico (un fallo en los centros cerebrales de control del movimiento, algo así como lo que sucede en la enfermedad de Parkinson) y requieren un enfoque médico.

Los tics transitorios, en cambio, pueden tratarse con un enfoque psicológico amplio. Lo mejor es efectuarlo en la infancia, que es cuando aparecen este tipo de tics. El tratamiento de los tics transitorios exige, ante todo, una actitud tranquila por parte de la familia. Los tics son manifestaciones semivolun­tarias y di­fícilmente controlables, pero que suelen aumentar en momentos de ansiedad. Si el niño se ve vigila­do, reconvenido, culpado o menospre­ciado a causa del tic, le va a aumentar la ansiedad, con lo que aumentarán los tics.

Hacia 1973, N. H. Azrin, Director del Dpto. de Tratamientos en el Centro de Desarrollo y Salud Mental Anna, en la localidad de Anna (Illinois) y profesor en la Univ. de Illinois Meridional, en Carbondale, des­cribió un método de aprendizaje para el control de hábitos nerviosos, en­tre los que incluye los tics junto a tartamudez, morderse las uñas, arrancarse el pelo, tamborileo, ceceo, rechinar los dientes, carras­peo, tos nerviosa, bizqueo, parpadeo o movimien­tos espasmódicos de los ojos, morderse el interior de la mejilla y el labio. En conjunto, se trata de una serie de actos motores, desde los muy sim­ples (ej: parpadeo como tic) hasta los muy com­plejos (ej: arran­carse pelos de las cejas, llevarlos a la boca y triturarlos con los dientes). El trata­miento según el método de Azrin y Nunn consta de un plan amplio que incluye: Aprendizaje de una motivación para dejar el hábito; apren­der a ser consciente del hábito; aprender una “reacción de competencia”, esto es: una conducta que sea incompatible con el hábito, para ponerla en prácti­ca cada vez que la persona detecte el inicio de éste, con lo que puede pararlo; reconocer la con­ducta asociada al hábito para luchar contra él desde su más incipiente manifestación; cobrar consciencia de las situa­ciones que tienden al hábi­to; adiestramiento en la relajación; búsqueda de apoyos sociales (amigos, parientes, etc.) que se­pan que uno está dejando el hábito; práctica de las reacciones de competencia, hasta que se vuel­van automáticas; ensayos simbólicos, imaginando la lucha contra el hábi­to en diversidad de situa­ciones; exhibición de la mejora, buscando situa­ciones antes evitadas a causa del hábito (por ejemplo, ir a ciertos lugares públicos donde antes uno se avergonzaba de entrar a causa de sus tics); registro, llevando una gráfica de sus frecuencias y de sus progresos.

En el caso de los tics, las técnicas de relajación y de autohipnosis se practican esen­cialmente con los grupos muscu­lares involucrados en los tics concretos de cada persona.

Un ejemplo de la técnica:

a) el niño es aleccionado a considerar las ventajas que tendrá cuando logre superar los tics;

b) aprende a detectar las situaciones que facilitan la producción de tics resumiéndolos en una lista (ej: nerviosismo, ser el centro de atención, viajando en autobús, al hablar por teléfono, al escribir una tarea, etc.);

c) aprende una “reacción de competencia (ej: contracción, sin movimiento, de los músculos involu­crados en el tic);

d) ensaya intensamente el control del hábito, estando a solas y en un am­biente tranquilo;

e) ensaya mentalmente y prepara su reacción ante las diversas cir­cunstan­cias en que se le suele presentar el tic;

f) bus­ca el apoyo social de sus amigos, maestros, pa­dres, hermanos, etc., pidiéndoles que le recuer­den que está dejando el hábito, y que debe reali­zar los ejercicios;

g) exhibe su mejoría ante los demás, participando en una conversa­ción ante desconocidos, o solicitando hablar en clase (en general, actividades que antes evitaba por ver­güenza);

h) anota, a diario, sus progresos, llevando un registro y/o una grá­fica de la fre­cuencia con que realiza los tics y de las veces en que es capaz de controlarlos.

La técnica completa de Azrin y Nunn consta en su obra “Tratamiento de hábitos nerviosos”, traducida al español (Ed. Martínez Roca, Barcelona, 1987). Es una excelente metodología que aporta una há­bil solución para una serie de conductas, apa­rentemente inofensivas, pero que son causa de an­siedad en muchos niños… y en no menos padres.

1.1.2.4 Tartamudeo
El tartamudeo consiste en la repetición o pro­longación frecuente de los sonidos, o de las síla­bas. Perturba notablemente la fluidez del lengua­je. Puede haber problemas en la emisión de cualquier fonema, pero es más frecuente que apa­rezcan mayormente al iniciar fonemas “explosivos” (/b/, /p/, etc.) Es normal que el tarta­mudeo sea más evidente cuando el niño se halla some­tido a una situación en que se siente evalua­do, o con la “necesidad” de hablar bien. El niño suele intentar mecanismos de compensación para evitar su aparición, por ejemplo: iniciar sus fra­ses con una palabra “inocua”, acompañar su verba­lización con movimientos, etc.

Es un trastorno de aparición infantil en la in­mensa mayor parte de los casos. Suele iniciarse en el curso de la instauración del lenguaje. La mayor parte de los casos son transitorios (hasta un 80 % de recuperacio­nes). Alrededor de un 5% de niños han presentado o presentan algún tipo de tartamudeo, pero solamente el 1% de adultos si­guen con este tras­torno.

Son varias los tratamientos propuestos para el trata­miento del tartamudeo así como las teorías pro­puestas para su explicación. El comporta­miento de la persona que tartamudea suele ser muy variado. Mu­chos tartamudos no parecen sufrir con su pro­ble­ma. En otros aparecen síntomas que revelan una ansiedad que puede ser muy discreta o muy acusada. Otros, en fin, se cierran en el silencio, evitan las situaciones de conflicto y al final también a la mayoría de las personas. En estos casos el trastorno sobrepasa el área del lenguaje para integrarse más en el marco de la psiquiatría.

En general puede decirse que la tartamudez se incrementa en aqué­llas ocasiones en que la tensión emocional aumenta, espe­cialmente, si aumenta en relación a la emisión del lenguaje (angustia de anticipación. Se acentúa en circunstancias que marcan una etapa de adap­tación social, o que ponen en cuestión dicha adap­tación. Lo cierto es que el tartamudo se encuentra expuesto a alteraciones psico­lógicas que es preciso someter a un tratamiento, bien para superarlas bien para lograr un aceptable equilibrio que le permita asumir su pro­blema, como requisito pre­vio para lograr su superación.

Los tratamientos combinan diferentes técnicas. La más habitual es la técnica de Azrin y Nunn, la cual consiste fundamentalmente en la producción de respuestas incom­patibles con la conducta de tartamudeo. Describimos la técnica al com­pleto en el apartado dedicado a tics. En el caso del tartamudeo, el sujeto debe ser entrenado para interrumpir su habla en el momento de tar­ta­mudear, para inspirar profundamente. El pro­grama incluye otros aspec­tos: formulación de pensamientos antes de hablar, identificación de si­tuaciones favorables al tartamudeo, períodos de habla cortos, ejercicios diarios de respiración, procedimientos de relajación y autohipnosis, exhibición de las me­joras corregidas y apoyo de los familiares y personas próximas. El trabajo original de Azrin ha sido recientemente traducido al español (“Tratamiento de Hábitos nerviosos: tartamudez, tics, morderse las uñas, arrancarse el cabello, etc.” N.H. Azrin y R. G. Nunn, Ed. Martínez Roca, 1987).

1.1.3 Trastornos por ansiedad
La autohipnosis puede ser muy útil en el control de la ansiedad. Como técnica para inducir la relajación, sirve para aprender a tranquilizarse, para reposar en situaciones de tensión y para eliminar la tirantez acumulada. En este sentido, los simples ejercicios de inducción autohipnótica descritos en el apartado 4.4, son suficientes para aprender a disminuir la ansiedad.

En el caso de que la ansiedad esté causada por una acumulación de ideas erróneas (apartado 5.4.1), la hipnosis se aplicará siguiendo las instrucciones correspondientes, en lo que se refiere a “grabación de mensajes”. Cada cuál deberá detectar sus ideas erróneas más habituales, y construir “mensajes racionales” a partir de los esquemas que en este minimanual venimos ofreciendo.

Un detalle importante: las grandes crisis de ansiedad suelen ser causadas por un trastorno de fondo depresivo, y, en ellas, de nada sirve la aplicación única de hipnosis. Deben ser evaluadas por el profesional de la psiquiatría, quien decidirá acerca de su mejor tratamiento.

1.1.4 Fobias concretas
Las fobias únicas (por ejemplo: a las alturas, a los ascensores, a las serpientes…) son fáciles de tratar mediante la autohipnosis. En cambio, las fobias múltiples (fobia a salir a la calle y a ir en metro y a ir al cine y a visitar grandes almacenes y a…) requieren un enfoque más amplio.

Las fobias múltiples, a menudo, se engloban bajo el concepto de “agorafobia” . Hoy en día llamamos “agorafobia” al temor a padecer ansiedad extrema en un lugar de donde sea difícil o embarazoso escapar. Ello incluye lugares muy dispares: un cine lleno de gente, un túnel en la carretera, un ascensor…

La “agorafobia” suele ser también un trastorno de fondo depresivo. A veces la depresión está tan enmascarada que únicamente un interrogatorio cuidadoso por parte del profesional llega a ponerla de manifiesto.

La “agorafobia” requiere una evaluación profunda por parte del psiquiatra, antes de decidir que técnica, o combinación de técnicas, deben aplicarse.

Las fobias concretas se pueden tratar con autohipnosis. Veamos un ejemplo concreto: las instrucciones que damos para personas que “se bloquean” en situaciones de examen (“fobia a ser evaluado”). Emplearemos las que aplicamos a un caso concreto: Pili, una de mis pacientes, de 39 años, que había suspendido 6 veces el examen de conducir, y para quien la sola mención del examen producía un estado de ansiedad (por cierto, aprobó).

Una vez inducida la autohipnosis, con algún método que incluya visualización, pasamos al siguiente mensaje:

“Vas a visualizar ahora el día de tu próximo examen. Te has levantado por la mañana, has ido al campo de prácticas, y haces tu última práctica antes del examen. Te sientas en el coche. Visualiza la situación como sabes hacerlo. Fíjate en los detalles del coche. El olor que sientes. Los ruidos del ambiente. La luz. La calle. Los semáforos…

Apoya las manos en el volante. Comprueba que no lo agarras de forma tensa. Simplemente apoyas las manos y sostienes levemente el volante. Deja que los brazos se sientan relajados, con sensación de peso y ligereza. Comprueba que tu postura sea relajada. Te sientas recostada. Las piernas sueltas. Sin tensión. Respira profundamente, elimina tensión con cada respiración.

Inicia la última práctica antes del examen. Vas a hacer una cosa que te parecerá insólita, pero que debes hacer: vas a equivocarte dos veces ex-profeso. Vas a saltarte (un poco) una señal o frenarás un metro más adelante de lo debido en un semáforo. Elige tu mismo lo que vas a hacer, pero equivócate, a sabiendas, dos veces. Con ello ya te habrás enfrentado este día a posibles errores, y no sientes ansiedad ante ellos.

Cuando vayas a iniciar el examen real, harás lo mismo. Comprobarás tu postura. Dejarás relajados tus brazos y piernas. Sostendrás con suavidad el volante. Inspirarás para la respiración profunda y rememorarás el olor relajante del paisaje tranquilo. Antes de empezar mirarás al cielo y, como hablando para ti mismo, dirás en voz baja pero audible: “estoy supernervioso”. Aunque no lo estés. Con ello ya no tienes que ocultar nada si te pones nervioso. No esperes respuesta del examinador. Si te dice algo, lo que sea, respondes “perdón, gracias”.

A partir de ahí, respiras, rememoras el olor del paisaje relajante… y dejas que el examen vaya fluyendo de forma automática, haciendo lo que sabes, sin más.

Si te sale bien, maravilloso. Te dices: “Muy bien”.

Si te sale mal, no pasa nada. Te dices: “Volveremos a intentarlo”. Si sale mal, analizaremos el por qué, y habremos aprendido algo de cara al siguiente examen.”

En este mensaje hemos incluído técnicas de relajación, de visualización y de intención paradójica (equivocarse ex profeso en el ensayo, para reducir la ansiedad ante el error).

1.2 Trastornos psicosomáticos
Denominamos trastornos psicosomáticos a aquéllos que, afectando al organismo, tienen un origen psíquico. Los mecanismos a través de los cuales una afectación psíquica puede provocar una alteración corporal son diversos. Veamos los más frecuentes:

1. Un estado de emoción cualquiera (la percepción de un peligro, la percepción de una buena noticia…) comporta un estado de alerta. El cerebro, en tales circunstancias, manda descargar adrenalina y cortisol (dos hormonas) que sirven para activar el organismo y responder con presteza a las circunstancias que provocan la emoción.

Aparece un problema en personas muy emotivas, que viven en estado de emoción constante, o en personas sometidas a estrés continuado. Las descargas constantes de adrenalida y de cortisol pueden crear hipertensión arterial, gastritis, úlceras de estómago, incluso infartos cardíacos.

2. En los estados depresivos aparece una percepción muy negativa de todo cuanto acontece alrededor de la persona, o en su interior. Cualquier molestia, aún las banales, son percibidas como dolores muy intensos, o con gran sensación de sufrimiento.

Ya comentábamos en el apartado “¿Para qué no sirve la hipnosis en la consulta médica?” que los estados depresivos no son tributarios de ser tratados con hipnosis. Las molestias físicas que aparecen en las depresiones (vértigos, dolores de cabeza, mareos, dolores digestivos, dolores musculares…) deben ser tratados, en primer lugar, con medicamentos antidepresivos, y la hipnosis se puede utilizar cuando los medicamentos ya han hecho una parte de efecto.

1.2.1 Tratamiento del dolor
En las “Clinicas del dolor” suelen manejar medicamentos analgésicos… y medicamentos antidepresivos. El dolor es un síntoma subjetivo, y muy variable para cada persona, y aún para una misma persona en diferentes situaciones.

Todos sabemos que hay personas muy sufridas, que aguantan bien el dolor. Otras, en cambio, se desesperan aún con dolores no demasiado intensos. Una misma persona, en según que condiciones, resiste mejor o peor el dolor. Un accidentado de coche, por ejemplo, puede no sentir dolor en los primeros momentos, a pesar de tener fracturados algunos huesos. Ello se debe a que la intensa emoción de los primeros minutos tras el accidente impide la percepción del dolor. Una persona sometida a torturas, llega a “disociar”, es decir, separar, su percepción de su cuerpo. Se siente como si el torturado fuera otra persona, como si su cuerpo “no fuera suyo”, y su cerebro deja de percibir dolor.

Esta es la base del tratamiento del dolor mediante la autohipnosis: aprender a disociar la zona dolorosa, de forma que se perciba en forma débil, o incluso que no se perciba. Es posible llegar a completas anestesias, que sirven incluso para pequeñas operaciones (extracciones dentarias, por ejemplo).

Conseguir la anestesia o la disociación parcial del dolor exige una autohipnosis muy experimentada, con mucho tiempo de entrenamiento. Las sesiones que permiten la disociación también deben ser bastante largas (alrededor de 45 minutos).

1.2.2 Insomnio
Parece una paradoja emplear la hipnosis, que ya hemos comentado que no es un estado parecido al sueño, para inducir éste. De hecho, el uso de la autohipnosis para tratar el insomnio solamente es posible cuando el insomnio es debido a problemas de ansiedad. La hipnosis sirve, en estos casos, como método de relajación orientado a conseguir un estado de tranquilidad y reposo que sea compatible con el sueño.

Es importante, en casos de insomnio, diferenciar entre el insomnio más o menos banal, debido a situuaciones de ansiedad, con el insomnio de segunda y tercera hora (despertar más temprano) propio de los estados depresivos, los cuales requerirían un tratamiento específico.

1.3 Recuperación de recuerdos “olvidados”
Los trastornos psicológicos relacionados con “recuerdos olvidados” suelen ser de tipo “disociativo”. Los “estados disociativos” significan que la persona “disocia” (es decir, “separa”) la experiencia psicológica de la física. Lo que “percibe” o “siente” escapa a su control y no corresponde a la realidad física. Un típico estado disociativo es la “amnesia psicógena” que puede aparecer después de un trauma psíquico. También la “fuga psicógena” en la que un sujeto desaparece de su medio y aparece en otro lugar, habiendo adoptado una nueva personalidad y con incapacidad para recordar el pasado. También aparecen estados disociativos en forma de “situaciones de trance”, por ejemplo en niños sometidos a malos tratos, en personas sometidas a “lavados de cerebro” o en los que han sido miembros de algunas sectas destructivas.

En estos casos, la inducción de un estado hipnótico puede llevar a la visualización del trauma desencadenante, y que había sido reprimido, es decir “olvidado” a causa de su contenido angustiante.

Resulta bastante inútil intentar “regresiones” hacia el pasado en otro tipo de trastornos psicológicos, o en personas que lo hacen “por curiosidad”. Los estados disociativos que hemos mencionado, y que muchas veces tienen que ver con un “trauma psicológico inicial” son los que mejor se pueden beneficiar con el empleo de esta técnica.

El procedimiento de trabajo es el siguiente:

Lo primero es inducir un estado de hipnosis o autohipnosis con alguna de las técnicas aprendidas.

Si se trabaja en autohipnosis, es factible “interrogar a nuestro propio subconsciente” mediante el uso de algún mecanismo que “amplifique” nuestras respuestas inconscientes. El mejor instrumento para este fin es el péndulo. Puede ser un péndulo de radiestesia, pero lo podemos construir nosotros mismos con un objeto pequeño y brillante (un anillo, por ejemplo) atado a un hilo.

Manteniendo el péndulo cogido, sin moverlo, comprobaremos la fuerza de la sugestión de la siguiente forma:

Moveremos los ojos lentamente de izquierda a derecha, desde el punto C al D, y de derecha a izquierda, desde el D al C. Al poco tiempo, sin que hagamos ningún esfuerzo para ello, veremos como el péndulo se mueve también de izquierda a derecha.

Después, haremos lo mismo desde el punto A al B, y del B al A. Veremos ahora cómo el péndulo oscila de adelante hacia atrás.

Debemos repetir exte experimento varias veces, hasta que veamos que el péndulo oscila apenas iniciamos el movimiento de los ojos.

“Grabaremos” ahora el significado inconsciente que daremos al movimiento del péndulo. Por ejemplo, en el movimiento de adelante atrás repetiremos mentalmente “sí, sí… sí, sí…” En cambio, repetiremos “no, no, no…” en el movimiento derecha – izquierda.

De esta forma, podemos tener un “mecanismo visible” que nos informe de nuestras respuestas subconscientes.

La técnica consiste en llegar a un buen estado autohipnótico, por cualquiera de las técnicas explicadas. Cuando estemos bien relajados y concentrados, sostendremos el péndulo y preguntaremos a nuestro inconsciente si podemos interrogarle. Parece una tontería, pero es imprescindible. Mentalmente diremos algo así como: “¿Puedo preguntar al inconsciente?”

Si el péndulo “responde” que sí, procederemos al “interrogartorio”. Se trata de hacer preguntas muy concretas que puedan ser respondidas con una respuesta del tipo de “sí” o “no”. También pueden emplearse preguntas más vagas, pero, en estos casos, las respuestas también serán más imprecisas.

Un sistema interesante es intentar la visualización del suceso que recordamos en forma confusa. Recordemos que, en estos casos, se trata de rememorar todos los detalles sensoriales que nos puedan llevar a “amplificar” el recuerdo: colores



http://anambarrios.wordpress.com/2009/12/16/ludopatia-o-juego-patologico/

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