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La cintura y el cerebro: ¿Vidas paralelas?

El tamaño promedio de la cintura de los habitantes del mundo desarrollado ha aumentado 400% en 25 años, con un 75% de los adultos calificando para tener sobrepeso o ser obesos.


Por la primera vez en la historia, hay más gente gorda que gente muriendo de hambre.


Una parte del problema resta en el sistema de distribución de comida.


En la ausencia de toda supervisión, el sistema industrial de comida, suministra exactamente lo que la gente espera, y, exactamente lo que la gente no necesita: comidas abarrotadas de azucares y grasas.


La otra parte del problema es que nuestro cerebro tiene un alambrado muy débil, cuando tiene que inhibir los impulsos de comer, frente a algo que luce delicioso.


La red neuronal del cerebro envuelta en la inhibición de impulsos queda en la más pequeña y más fácilmente aplastada región del cerebro, la corteza pre frontal.


El control de los impulsos es un recurso limitado que se agota después de cada uso.


Añadan las dos cosas: mala comida por todas partes y pobre control de impulsos, y tenemos la obesidad pandémica.


El problema es, que este mismo fenómeno puede que esté sucediendo a nuestras mentes.


La razón el medio social.


La gente consume calorías vacías 24/7, las que rehúsan sustituir por calorías nutritivas, que no son tan apetecibles.


Esas comidas viciadas, en la forma de conectividad social percibida, aumentan la estimulación del cerebro, aunque no ayuden a hacer este órgano mejor integrado y funcional.


En su lugar, resulta siendo como el azúcar, que una vez ingerido, se desea más sin que se sienta uno satisfecho, y se come más y más. Lo que puede resultar en una reducción de función neural.


En el caso de la interacción social, el cerebro registra interacciones sociales gratificantes como si éstas fueran recompensas primarias, necesarias para la supervivencia, activando el deseo de obtener más.


Ambas, las comidas azucaradas, y las conexiones sociales positivas, activan los circuitos de recompensa del estriado ventral, descargando dopamina en la corteza pre frontal.


Una manera de entender esto, es explorando que sucede en la ausencia de conexiones sociales.


El neurocientífico John Cacioppo de la Universidad de Chicago, dirigió un estudio de 229 personas entre los 50 y 68 años de edad, encontrando 30 puntos de diferencia en la presión arterial entre quienes experimentaron aislamiento social y quienes mantenían vínculos sociales saludables.


La soledad, el estudio demostró, aumenta de manera significativa los riesgos de muerte por trastorno cerebro vascular y cardíaco.


La soledad genera una respuesta de peligro inminente, similar a la de dolor, sed, hambre, o miedo.


Estando conectados con otros es una necesidad básica para los seres humanos.


La ausencia de conexiones sociales, genera un tipo diferente de hambre, conocida como la soledad, que hace que uno se sienta ansioso hasta que se sacia.


Es, precisamente esta hambre lo que explica el éxito espectacular de Facebook y Twitter.


Cuando uno conecta con otras personas en línea, el centro de recompensa insiste en que lo des más ‘alimento’ emocional.


Los medios sociales, para el cerebro, son como el azúcar: adictivos y, a veces, perjudiciales.


Cuando se conecta con otros en el internet, opuesto a lo que sucede en la vida real, lo que se busca es la descarga de la dopamina, sin los efectos moduladores de otras hormonas que moderan sus actividades, naturalmente.




Los mecanismos los hemos descrito en este blog, como efectos de las actividades de procurar y de gustar, que en el caso de las ratas, hacen que ellas sigan oprimiendo la palanca que les dará un pulso de dopamina, sin descansar o comer.


El circuito social hace lo mismo, cuando recibe la descarga dopamínica, sigue procurándola más.


Demasiada búsqueda de la recompensa social no es buena.


El problema paralela el de la comida, se quiere más y más de lo que nos deleita.


Pero, demasiado dopamina, crea un estado de excitación mental que interfiere con el raciocinio normal.


En mi experiencia yo veo muchas de estas personas cuyas funciones mentales han sido afectadas adversamente por la comida y la estimulación de los circuitos de gratificación social.


Un estudio en el Covenant College en Georgia, demostró que mientras más tiempo personas jóvenes pasaran en Facebook, peores eran sus grados y actividades escolares en general.


Más de un 25% de todos los adolecentes en los EEUU visitan Facebook, más de diez veces al día, mientras comen fast food y tragan sodas azucaradas.


Esto no constituiría un problema mayor, si no fuera por la debilidad de los mecanismos auto-regulatorios del cerebro.


Sólo poseemos un circuito inhibidor, que pronto se agota cuando se usa repetidamente. Por eso es que es tan difícil no seguir una dieta, o actuar de manera impulsiva, cuando el placer es la motivación.


Para poder salir de esta trampa psicofisiológica, necesitamos la asistencia de quien pueda guiarnos en el esfuerzo para lograrlo.


En el caso de la comida, necesitamos asistir nuestros hijos en el ‘arte’ olvidado de ‘saber cómo y qué comer’.


En el caso de otros excesos, necesitamos lo mismo.


Pero, ¿quién nos dirige?, si al fin y al cabo caminamos como ciegos llevados de mano por otros que son más ciegos.


Mientras tantos, lo más posible es que nuestras cinturas seguirán expandiéndose sin parar.



http://blogs.monografias.com/sistema-limbico-neurociencias/2009/12/14/la-cintura-y-el-cerebro-%C2%BFvidas-paralelas/

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