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La depresión: ¿Enfermedad, o mal adaptación? (Die Zauberflöte)

La depresión es un afecto común en las fiestas navideñas. Aquí ofrecemos un artículo que escribiéramos hace muchos años para proveer el conforte del conocimiento.




Si a veces ponderamos los motivos de la Naturaleza es porque, nuestra creadora se comporta de maneras, que parecen contradictorias, sino extrañas. (Véase mi ponencia: La Entrevista con Dios).

De acuerdo a las lecciones que nos suministra la Medicina Darvinista, aun las enfermedades poseen aspectos de adaptación — de así serlo, ¿Qué rol beneficioso para nuestro género suministra la infelicidad persistente o la desesperanza crónica? (A propósito de esto véase mi ponencia: La Sonrisa de Dios).

La depresión constituyó, según los psiquiatras, la enfermedad mental del siglo XX y será la más importante en el XXI. Se estima que entre el 5% y el 10% de los pacientes que acuden a un médico de atención primaria padecen esta dolencia.

La depresión reviste una gran trascendencia social por su elevada incidencia, por el deterioro que causa en la calidad de vida de los afectados, y por los desorbitados costes sanitarios que genera. A los que hay que añadir los costes indirectos producidos por el incremento de la mortalidad que produce, por la disminución de la capacidad productiva de los enfermos y por el aumento del absentismo laboral.

Se confunden la tristeza o la melancolía con la depresión, y lo mismo ocurre con el estrés y la ansiedad, dado que estos procesos presentan síntomas comunes.

Pero ni son lo mismo ni requieren un tratamiento equiparable. La depresión no entiende de sexos, pero afecta a las mujeres más que a los hombres. Se estima que un 20% de la población femenina la padece en mayor o menor grado, mientras que en la masculina el porcentaje no llega al 9%. Lo preocupante, de todos modos, es que estamos ante un problema que no para de crecer en nuestra sociedad: el consumo de antidepresivos se ha multiplicado por tres en la última década y el de ansiolíticos, por cuatro.

Con frecuencia, la depresión no se diagnostica correctamente en atención primaria en sus primeras manifestaciones, ya que en la mayoría de los casos los pacientes refieren síntomas inespecíficos. Mientras que esto ocurre a pesar de que resulta esencial un diagnóstico correcto al iniciarse los síntomas, ya que la depresión tiende a agravarse y, lo que es peor, a la cronicidad, con lo que el tratamiento se convierte más complicado y las consecuencias, son más serias.




Para empezar, es la tristeza

Normalmente, el síntoma inicial es la tristeza, un sentimiento de melancolía y desgana que se va haciendo cada vez más profundo e intenso a medida que pasan los días, y que va surgiendo como el desinterés por las actividades cotidianas, la vida social, la lectura, las aficiones, el trabajo.

Aparecen asimismo problemas de concentración en las tareas que la persona desempeña e incluso en la lectura; se van abandonando los proyectos, y comienza a adueñarse de las víctimas la percepción del no valgo para nada y del nada merece la pena.

El ritmo de sueño se altera, sobreviene la somnolencia intensa al final de la tarde y el insomnio de madrugada, muchas veces con sensación de angustia y ansiedad. Pueden aparecer crisis de llanto sin motivo aparente y todo un cortejo de síntomas: opresión en el pecho, molestias gástricas, sudores, temblores, sensación de mareo, sequedad de boca, dolores de cabeza. Si el cuadro no cede de forma espontánea, y no se trata farmacológica o psicológicamente, acaba produciéndose una pérdida de la autoestima que en los casos más graves puede conducir al intento de suicidio.




La depresión puede aparecer sin causa aparente que la justifique, incluso en personas sin problemas, presuntamente felices, y bien ajustadas.

En otras ocasiones, se desencadena por un determinado episodio o circunstancia: muerte de un ser querido, problemas laborales, divorcio, y muchas otras cosas por el estilo… y se habla entonces de depresión reactiva, una reacción ante un episodio desafortunado. Lo habitual es que este último tipo de depresión ceda espontáneamente cuando se superan las circunstancias que la han generado, pero también puede volverse crónica.




Atención a los síntomas

Parece ser estratégico saber reconocer la depresión con los primeros síntomas, para acudir al médico y diagnosticarla correctamente e iniciar la terapia lo antes posible.

En ocasiones, la depresión pura, la común, se puede confundir con la llamada enfermedad bipolar, caracterizada por la presencia de cambios bruscos y exagerados en el estado de ánimo. Esta enfermedad, provocada al parecer por el desequilibrio de algunas sustancias químicas cerebrales, origina oscilaciones repentinas que conducen al enfermo de la euforia a la depresión.

Este trastorno bipolar, a menudo poco diagnosticado, afecta a casi un 2% de la población mundial. Una forma especial de depresión es la llamada post-parto, episodio depresivo mayor que se inicia en el mes posterior al parto. La prevalencia, muy importante, se sitúa entre el 8% y el 15% de las parturientas. La sintomatología puede ser de moderada a grave y afecta a todas las áreas de la persona, incluyendo las relaciones con el bebé. Su causa aún no está aclarada. El problema radica en que no se diagnostica, y en que pasa muchas veces desapercibida ya que los familiares y el propio afectado atribuyen los síntomas a otras causas: el agobio por la nueva situación, los problemas generados por el bebé…

Según las estadísticas, sólo un 10% de las depresiones post-parto se tratan, y lo más preocupante es que, entre un 20% y un 30% de las depresiones post-parto se tornan crónicas.




Todas las depresiones deben tratarse

Actualmente, el arsenal de medicamentos antidepresivos es abundante y eficaz, y abarca una amplia lista de sustancias. Los antidepresivos son fármacos que actúan sobre los neurotransmisores, sustancias como la serotonina, la noradrenalina y la dopamina, que las neuronas utilizan para comunicarse entre ellas. Uno de los fármacos más utilizados es la fluoxetina que favorece el aumento de la serotonina, y que regula el estado de ánimo y la energía vital. Su efecto no es inmediato y tardan, desde que se inicia su toma, entre 3 y 4 semanas en surtir efecto.

El tratamiento debe realizarse siempre bajo control médico. En algunos casos, cuando se trata desde la asistencia primaria y no hay respuesta eficaz al tratamiento inicial, o cuando el paciente presenta ideas suicidas, o cuando la depresión es debilitante o cuando existen dificultades interpersonales que hacen necesaria la psicoterapia, hay que acudir al psiquiatra.

También está la opción de las psicoterapias, desde la de grupo con la supervisión de un terapeuta, psiquiatra, psicoanalista o psicólogo, hasta terapias individuales como la psicoanalítica, la conductista o la gestáltica.

El tratamiento de la depresión precisa de mucho tiempo de trabajo con el paciente. Un caso leve puede durar de 3 a 6 meses en el mejor de los casos, uno moderado de 6 a 9 meses, y en los casos graves, los síntomas y el tratamiento pueden durar mucho más, precisando incluso de hospitalización y de terapias más enérgicas a base de varios medicamentos suministrados simultáneamente. En los casos más graves o muy prolongados, puede ser precisa la terapia electro convulsiva (TEC) procedimiento poco utilizado y que consiste en administrar descargas breves de 3-4 segundos bajo anestesia general en varias sesiones. A pesar de que su tasa de éxito ronda el 85% es una técnica poco utilizada.

Afortunadamente, en la mayoría de los casos el apoyo del médico, la psicoterapia y la medicación son suficientes, pero para ello es fundamental identificar lo antes posible la enfermedad e iniciar rápidamente el tratamiento.




Criterios para diagnosticar la depresión

Según el Diagnostic and Stadistical Manual of Mental Disorders, para cumplir los criterios de depresión mayor el paciente debe tener, como mínimo, cinco de los siguientes síntomas durante un periodo igual o superior a dos semanas. Al menos uno de dichos síntomas debe consistir en estado de ánimo deprimido la mayor parte del día, casi todos los días.




Los síntomas a observar son:




• Estado de ánimo deprimido

• Disminución notable del interés o del placer por las actividades

• Pérdida o aumento importante de peso y/o disminución del apetito

• Insomnio o hipersomnia

• Retraso psicomotor o agitación

• Sentimiento de falta de valor o de culpa

• Disminución de la capacidad para concentrarse

• Pensamientos recurrentes sobre la muerte o el suicidio.




En resumen




La depresión, condición común de la juventud y de la niñez, es una enfermedad y no un estado de ánimo. Su detección inmediata y su tratamiento son esenciales, ya que métodos efectivos para tratarla abundan y, si se trata, el pronóstico es excelente. (Véase mi ponencia: El problema con el suicidio juvenil en los Estados Unidos: Chanson de Roland).

Sea como se trate, la psicoterapia es un factor esencial.

Como asunto practico, aquí se hablara acerca del tratamiento moderno de los trastornos depresivos.




La depresión: Bases de Tratamiento (Oscuridad Visible)







Un paciente, escritor famoso, residente de la Ciudad de Chicago, usaba sus talentos literarios como terapia sublimada para sus depresiones. Lo hacía como tantos genios de las artes lo han hecho por generaciones.

Todos conocemos alguno, aunque este no sea famoso. Por esa razón seria superfluo ofrecer una lista de quienes, creemos que lo hacen o que lo hicieran.

Este hombre de apenas treinta años, a quien aquí nos referimos, afirmaba, ‘sin mis escritos, la vida hace mucho que, para mí, hubiera terminado’.

‘Cuando yo comienzo un proyecto, yo vivo para terminarlo — a veces, prolongándolo — para de esa manera extender mi vida y extinguir el deseo que me asedia de querer morir de un tiro a la cien’.

¡Cómo deseamos que ese hubiese sido el caso con Sylvia Platt! (1932-1963), autora del famoso libro, The Bell Jar — cuyo suicidio truncara una vida de mujer talentosa, además que sufrida.

El otro escritor que aquí nos incumbe es el que escribiera la obra de cuyo título, adaptáramos el de esta ponencia. Darkness Visible: A Memory of Madness por William Styron (1932-1963).

Aquí sólo repetiremos algo más que todos sabemos. Que la neurociencia del arte permanece desconocida. (De interés, mis dos ponencias: La Sonrisa de Dios y Del arte, de los atuendos, de las apariencias, y de otros asuntos de importancia).

Prosigamos

En los Estados Unidos, más de cincuenta millones de personas han sufrido a lo largo de su vida alguna depresión.

Estamos hablando de una verdadera epidemia. Para los europeos la depresión es, tras las enfermedades del corazón, la causa más importante de baja laboral. No es casualidad que se perciba como una enfermedad preferentemente femenina porque se ha establecido que casi un 70% de las mujeres sufrirá al menos una depresión en su vida. A esta elevada prevalencia ayudan decisivamente ciertos factores femeninos que generan frecuentemente síntomas depresivos, como los cambios hormonales, la menopausia y el posparto.

La depresión puede aparecer tanto como reacción ante sucesos traumáticos o imprevistos (crisis exógena) o como una pura melancolía, una tristeza que todo lo tiñe de gris y apatía, cuyas causas concretas se desconocen o permanecen ocultas detrás de vivencias no catalogadas como decisivas en nuestro pasado (crisis endógena).

La depresión se manifiesta de muchas maneras, pero hay una serie de síntomas que, si aparecen unidos, nos avisan de que estamos ante una depresión. Tienen una connotación negativa, pero no hay que preocuparse en exceso — la vida es así, y así hay que entenderla, con naturalidad, y encararla sin prejuicios ni miedos. Veamos esos síntomas que nos anuncian una inminente depresión. Si percibimos varios de ellos, hemos de tomar iniciativas, ya que nuestro equilibrio y bienestar emocional están en juego.




Irritabilidad: No controlamos nuestra emotividad negativa y cualquier cosa nos irrita. Quienes viven a nuestro alrededor notan el cambio.

Nuestra sociabilidad, y la capacidad de entender posturas y comportamientos distintos de los nuestros son menores de lo habitual. Disminución de energía vital, o pérdida de interés por casi todo.

La pereza se instala en nosotros y la apatía y el inmovilismo dominan la situación. Nos sentimos desmotivados, incomprendidos. Casi nada merece la pena, pensamos.

Alteraciones del sueño: nos despertamos en medio de la noche, o nos cuesta mucho conciliar el sueño. Estamos inquietos. Cambios en el apetito: sin causa aparente, modificamos nuestros hábitos alimentarios. Indiferencia ante el sexo y el amor: nos da igual, no nos llama la atención. No nos acordamos de que hay una cosa que se llama amor (hacia el cónyuge, pareja, o la familia en general) y otra cosa que antes era sensualidad y placer sexual.

Sentimientos de culpabilidad y autocompasión: cualquier cosa negativa que pase en nuestro entorno, es culpa nuestra. Nos culpamos que no entendemos las cosas, de que no hacemos nada bien.

Dificultades para concentrarse y rendir en el trabajo: esta absorbente preocupación vital reclama toda nuestra atención. No tenemos tiempo ni capacidad para trabajar, ni mucho menos para emanciparnos de la depresión.

Desinterés por el aspecto personal: de pronto, nos damos cuenta de que todo es una gran ceremonia de la apariencia, en la que no queremos participar. Todo es hipocresía: quien me quiera lo hará igual aunque vaya un poco desaliñado. Además, no tengo humor para dedicar siquiera unos minutos a mi aspecto, tengo otras cosas que hacer y en qué pensar.

Si percibimos varios de estos síntomas simultáneamente, es muy probable que nos hallemos ante una depresión. Se impone la visita al médico. O, para empezar, comentemos la situación con alguien que haya sufrido depresiones. Hay abundantes libros sobre el tema, que, además de resultar entretenidos, informan con tino sobre el asunto. (Véase mi ponencia: De la terapia Cognitiva de los Trastornos Depresivos).




Tipos de depresión




A veces, los síntomas de la angustia sobrevienen de forma inexplicable, sin que haya sucedido algo traumático. Son las llamadas depresiones endógenas. La persona está triste, padece una melancolía vital pero no sabe su motivo concreto. Pero lo más común es que los síntomas aparezcan tras una determinada situación: estrés profesional, marcha de los hijos del hogar, miedo o incertidumbre ante una situación amenazante, enfermedad o muerte de seres queridos, problemas con los padres, hijos o la pareja… Estas son las depresiones reactivas o exógenas.

Ambos tipos de depresión pueden complicarse y revisten importancia, no nos equivoquemos. Porque detrás de esa aparentemente inocua crisis de melancolía o tristeza que llegó sin causa identificable, pueden anidar problemas psicológicos nada triviales. No pensemos que esta tristeza nuestra es ‘porque le damos demasiadas vueltas a las cosas’. Hay personas que reflexionan mucho, que se muestran lúcidas y críticas con nuestro modus vivendi y con las relaciones humanas, y que no por ello se dejan invadir por la depresión. A cada uno lo suyo.

Ahora bien, si nos encontramos decaídos desde hace meses o años, no debemos conformarnos. Nuestra calidad de vida, y la de quienes nos rodean, nos exige tomar decisiones.




Fármacos antidepresivos

Han sufrido mala prensa entre algunos expertos porque a veces se han recetado sin diagnóstico previo y sin atención personalizada al paciente. Los antidepresivos debe prescribirlos siempre un especialista. No deben ser recetados por otros profesionales, ni ingeridos por recomendación de amistades, parientes o por nuestro propio criterio. Solos o combinados con terapias psiquiátricas, pueden ser de una gran efectividad. No hay motivo para no tomarlos. Si son necesarios, negarse a ingerir antidepresivos, por miedo a vernos como enfermos mentales es una necedad. La depresión es una enfermedad más, para la que, afortunadamente, hay tratamiento. Si nos ponemos en manos de un profesional que conoce estos fármacos, debemos confiar plenamente en él. Hay muchos antidepresivos eficaces, pero tengamos en cuenta lo siguiente:

No logran efectos inmediatos. Necesitan alcanzar un nivel de concentración en la sangre. Hemos de esperar unas semanas para notar los efectos. El especialista, en ciertos casos, debe probar con varios fármacos hasta dar con el fármaco que mejor va a cada persona. No debe interrumpirse bruscamente la medicación, ni aunque se note una evidente mejoría. Debe durar, al menos, unos meses. Tienen efectos secundarios.

Estos medicamentos describen, en sus prospectos informativos (léalos), una gama de síntomas que pueden aparecer. Pero no los espere todos, y menos con anticipación. Es posible que a usted no le sobrevenga ninguno. Los más frecuentes son la alteración de los mecanismos de la atención y las dificultades en la libido. Como siempre, el médico debe ser consultado.




Depresión: ¿qué hacer, además de los fármacos?




• Lo primero: aceptarla. Le puede pasar a cualquiera, es algo muy común. No somos culpables de estar deprimidos. La depresión no es un estigma social. Se trata de un trastorno tan frecuente como la gripe o la gastritis.

• Lo segundo: pedir ayuda a un buen profesional. Este determinará si conviene la psicoterapia, los fármacos, o un tratamiento combinado.

• Ejercicio físico. La tendencia natural, cuando se está deprimido, es permanecer inmóvil, encamado y sin salir de casa. Lo recomendable es moverse, pasear, hacer deporte. En definitiva, sentirse vivo: sudar, pasar frío, calor, hambre, sed,… El ejercicio nos distrae, y produce cambios físico-químicos a nivel cerebral que generan bienestar psicológico.

• Trabajar a gusto. Hagamos lo que hagamos, esmerémonos en hacerlo bien. Sintamos la satisfacción del trabajo bien hecho.

• Evitar los productos tóxicos. El tabaco no calma los nervios; al contrario, como el azúcar parece que favorece la depresión. El alcohol en exceso produce efectos depresores del sistema nervioso. Nada de fármacos sin prescripción facultativa. Ni de drogas. Mientras dure la depresión (y, mejor, también después), vida sana.

• Controlar los pensamientos. Se cuelan como polizones y se quedan a vivir en nuestro interior: preocupaciones (ocuparse ‘antes de’), obsesiones, visión negativa, prejuicios, sospechas infundadas,… Permanezcamos en vigilancia para no dejarnos hundir por estos pensamientos irracionales. A veces, basta con identificarlos y ser conscientes de que los tenemos.

• Sentido del humor. Aprenda a reírse, en primer lugar, de usted mismo. La vida tiene una perspectiva humorosa, desenfadada y optimista. Búsquela.

• La luz solar anima mucho. Procure que habitaciones, salas o despachos estén bien iluminados. La luz da alegría de vivir. Salga a la calle, al campo, al monte, a la playa, en busca de sol.

• Técnicas de relajación. Apréndalas de un buen profesional. Y trate de aplicarlas.




En resumen




La depresión es la causa principal de consultas al médico que más a menudo va sin ser reconocida o sin ser diagnosticada.

Aquí, como en muchos otros artículo relacionados, ofrecemos una introducción somera de lo que aqueja a una mayoría de pacientes, para que les sirva de orientación en su padecer.

Finalmente, y cuando las cosas no son claras







La depresión real y la postura depresiva: nada vale la pena




Hace varias semanas que celebráramos la primera reunión de nuestro grupo de soporte mutuo en Casa de Campo. Para este evento utilizamos el Salón Ámbar del Centro de Conferencias Cacique, habiendo contado unas ciento cuarenta personas entre aquéllos quienes asistieran.

Los varios tópicos cubiertos en el programa, nos permitieron hacer el análisis proyectado de temas de mucha importancia y de aplicabilidad a la experiencia cotidiana de aquéllos quienes vinieran a reunirse como grupo a este local.

El mejor modo de describir y de resumir la experiencia, es del caracterizarla como el éxito que fuese.




Muchas ideas nuevas se devengaron para el desarrollo de otras actividades similares en el futuro, y muchas preguntas se formularon para saciar el deseo de más conocimientos que ha sido una cualidad que caracteriza a los miembros de nuestro Grupo.

Una persona, a quien apenas conocía se me acercó y me relató el historial de un pariente cuya vida ella describía como experiencia muy poco satisfactoria. Casado, con nietos, con una relación distante con una esposa a quien él mismo describía como ‘siempre enferma’, empleado en una ocupación a la cual él detestaba vehementemente, y esperando la hora de una jubilación, la cual (debido al odio a su empleo) parecía que nunca le llegaba. Él había comenzado tratamiento para un trastorno afectivo con el uso de una medicina antidepresiva de eficacia reconocida.

El resultado del tratamiento consistió en una mejoría instantánea, seguida por un plateau, finalmente, luego de celebrar los sesenta años, por una recaída pesimista dentro de otra crisis depresiva.

Este señor se quejaba de todos los fallos que habían sucedido en su vida, olvidando (o ignorando) cualquier éxito que hubiese experimentado. Proyectaba para sí mismo un futuro desolado, plagado por enfermedades e incapacitaciones, tanto físicas como emocionales. En otras palabras, a pesar del tratamiento, este señor no era feliz.

Desafortunadamente, existe la creencia, a menudo errónea, de que el tratamiento psicofarmacológico de las depresiones ‘endógenas’ siempre basta por sí sólo para producir la remisión sintomática del cuadro clínico. Esto no es verdad en un número de situaciones en las cuales existen otros factores intercurrentes.

En el caso de este señor está aparente el hecho de que la vida que él vive no es propiciatoria para la felicidad, ni resulta en una experiencia placentera. Las relaciones que son cruciales para su estabilidad están desequilibradas. No hay paz ni en el hogar ni en el trabajo. Las relaciones con la esposa, con los hijos y con los nietos quienes con él viven, son tensas y conflictivas. El empleo es una tortura que sólo se puede tolerar porque en unos años terminará. No existen oportunidades para desahogo ni para actividades constructivas y compensadoras. Tal vez, el ‘ahogar’ los problemas con el alcohol consumido en cantidades excesivas cotidianamente le ofrece el único vehículo para escapar sus miserias. No se siente, ni puede estar feliz… este señor.

Muchas personas recorren el sendero de sus vidas, adoptando una postura pesimista desde su comienzo. Si el día está fresco, se quejan que pronto llegará el calor. Si se les da reconocimiento, sospechan que motivos ulteriores están escondidos detrás de lo que consideran una mentira. A cada situación placentera le encuentran aquél detalle que la torna si no en algo desagradable; tal vez en algo que pudiese volverse desagradable.

Estas personas padecen de trastornos en la configuración básica de los sistemas psicológicos de la Personalidad. Ellos perciben la realidad de un modo negativo, revistiéndola con esos matices cuando la realidad así no lo aparenta. Ellos no están deprimidos… hay una diferencia; sus posturas y actitudes sí que lo son.

¿El remedio? En estos casos el remedio no puede ser limitado al uso de medicinas y nada más. Es esencial que el paciente reduzca sus tendencias y tendencias pesimistas a través de el logro de experiencias emocionales — correctivas en manos de un terapeuta experto. (Véanse mis ponencias al respecto).

¡Qué cruz tan pesada… qué largo el camino!




http://blogs.monografias.com/sistema-limbico-neurociencias/2009/12/23/la-depresion-%C2%BFenfermedad-o-mal-adaptacion-die-zauberflote/

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