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Freud: Un Hombre para todos los tiempos

Esta tesis se basa en parte en la aplicación de la producción teatral de Robert Bolt, A Man for All Seasons. En esta pieza, un hombre, de fama legendaria — con imperfecciones humanas — Sir Thomas More — se torna en un héroe del momento, cuando mide sus creencias y deberes de clérigo contra las demandas de un monarca lerdo y vanidoso




El monarca es Henry VIII. Famoso por sus apetitos insaciables en todos los sentidos de esta palabra tan amplia, como su cuerpo majestoso, lo fuera.




Henry sería obeso, gotoso y deslucido. Pero, como hombre; fue muy narcisista y todavía más peligroso.




La ocasión que trae los dos personajes en esta, farsa en curso de colisión histórica — y, para More, fatal — fue el rechazo del Papa reinante a facultar una anulación del matrimonio de Henry con la española Catalina de Aragón — ya que el mismo pontífice, primeramente, había dispensado con Ley Canónica para permitir la unión entre Henry y Catalina.




El Cabeza de la Iglesia en esta historia es Pablo III, hombre salaz y engreído cuyo ascenso al papado se debería a los oficios diligentes de su hermana, la bellísima Giulia Farnese, amante del Papa Alejandro VI, el siniestro Rodrigo Borja.




Catalina está envejeciendo. Es poco atractiva, y no le ha dado un sucesor al rey, quien desea la disolución de su matrimonio para contraer nupcias con su amante, Anne Boleyn.




La obra de Bolt es de interés en esta lección ya que es una reflexión del comportamiento del ser humano cuando comanda poder o prestigio — estableciendo asimismo una reconsideración de los efectos del hubris en la afectación de nuestros semejantes, y de la aplicación del principio de la moralidad, que a tantos poderosos elude y que a pocos de ellos gobierna. (Véase mi artículo: Déjame que te Cuente Genoma).




La obra es una adaptación de un hecho histórico, el que, a continuación, condensamos.




Ésta es la ordalía de Sir Thomas More, Canciller de Inglaterra en el Siglo XVI




More es un miembro del clero, y favorito del rey — pero, como tal, vive, rodeado, de enemigos que lo envidian y que — peor para él — son muy poderosos.




En la obra y en la realidad histórica, More opone los deseos del monarca de anular su matrimonio para casarse de nuevo. More, mientras así lo hace, apoya la posición del Papa contraria a los deseos del rey — insistiendo que una persona se define por sus ideas, las que plasman su identidad — y más que nada, por su conciencia.




El jerarca cree que si se aparta de los dogmas, especialmente, en este asunto tan delicado, que al final, será castigado por Dios.




Pero, More no es desleal a Henry. Como prelado, él obedece los dictámenes de su iglesia y la voluntad de su Papa.




La trama, repetimos, es acerca del poder y de la dominancia animal e instintiva, de quien lo ejercita.




Por su oposición a los deseos del monarca, More, al final, paga con su vida, condenado por un tribunal apócrifo del delito de lèse-majesté. Cuya consecuencia es el tajo del verdugo.




More el ser humano




El jerarca, aunque eventualmente sería canonizado por la iglesia católica, en la vida real no fue santo — lo que da credibilidad al título de ésta; nuestra composición, ya que siempre se puede ser leal a ambos al rey y a la iglesia — como lo hubiera hecho More, de haber sido, un hombre para todas las épocas.




Freud, pudo haberlo asistido en poder mantener su balance en la, precaria, cuerda floja del destino, como ya veremos cuando de él hablemos.




More el literato




More, escribió, la obra famosa, Utopia, por la que se le recuerda.




El renacimiento del psicoanálisis, de Freud y de Jung




A fines del pasado siglo, surgió una corriente de orientación del pensamiento que naciera en sincronía con el establecimiento de la neurociencia como la disciplina por excelencia, para el estudio de la mente.




Antes de este renacimiento, los métodos para el psicoanálisis, tanto freudiano como jungiano, habían encontrado, quedamente, sus posiciones fijas entre las ciencias intelectuales humanistas y filosóficas — lo que hicieran, como sistemas de terapia y nada más.




No habría razón para anticipar que cambios espectaculares en estas disciplinas durmientes, eran de ser anticipados.




Las razones para el status quo




El psicoanálisis, como sistema, ya había agotado la influencia de que gozara durante el apogeo de sus glorias.




Freud era una figura en el ocaso de su fama y Jung, un astro apagado.




Pero, aunque parecieran yertos, las influencias de ambos pensadores palpitaban bajo el efecto perdurable y tangible de sus principios terapéuticos.




El psicoanálisis y los psicoanalistas ca. 1960s




Para los psiquiatras estadounidenses, deseosos de obtener entrenamiento psicoanalítico a mediados del siglo XX, esta ambición se tornaría en empresa espinosa. Los institutos acreditados eran escasos y las distancias entre ellos enormes.




Para los candidatos de Saint Louis y de Cincinnati habían dos posibilidades: Denver y Chicago. Chicago sería el preferido por disponer de la facultad más prestigiosa, encabezada por Heinz Kohut.




El entrenamiento era difícil por sus demandas, de orden pedagógica, extrema.




Pero otras dificultades existían. Para los candidatos sería arduo, sino imposible, justificar a sus colegas, entrenados en facultades de tendencia organicistas, que los sacrificios que hicieran para ser analistas no eran por motivos de religión sino de ciencia — lo que casi todos, escuchándolos, dudaban.




Los embates




Mientras tanto, encabezados por el controvertido psicoanalista renegado; egresado de Chicago, Thomas Szasz, y con la comparsa rítmica y sincrónica de Percival Bailey, neurólogo distinguido y psiquiatra de la Universidad de Chicago; se formaría un mariachi cacofónico dedicado a escribir artículos y libros cuyas miras derogatorias eran hacia el psicoanálisis — para casi todos — aunque, para Szasz, el inconformista: el psicoanálisis y la psiquiatría en todas sus permutaciones.




Para los candidatos, a veces se volvería difícil aceptar el dilema de defender el psicoanálisis — obligación desagradable para la mayoría de quienes yo conociera — ya que no había nada para nadie que ‘defender’.




Crisis existencial, como Erikson nos diría.




Para todos sería como si estuvieran pasando por una rebelión de adolescencia, donde se anhelaba justificar a los padres — aun venerados — pero, queriendo, al mismo tiempo, alejarse de ellos, sin renunciar ‘al grupo’.




Tarea muy difícil, de veras…




Muchos desistieron del entrenamiento, concluyendo que el análisis era bueno, pero no tan bueno…




Sin embargo, detalles surgirían en nuestro entendimiento que serían difíciles de ignorar.




Veamos




Los profesores más contumaces en la defensa de la psicofarmacología y en su oposición hacia el psicoanálisis — por ellos considerado una actividad marginal — cuando necesitaran terapia para ellos mismos, sus dependientes y seres queridos — escogerían invariablemente a los psiquiatras que tuvieran orientación psicoanalítica.




¿Por qué? nos preguntábamos a nosotros mismos




Entonces, el otro aspecto más palmario. El aspecto del éxito terapéutico.




Nuestros casos, tratados con técnicas derivadas del psicoanálisis, eran más exitosos, en su desenlace final, que los de los demás; los que así no fueran tratados.




La razón por el éxito se compendiaba, cuando nos preguntaban, usando una muletilla sin significado especial: ‘asuntos de la técnica’.




‘Asuntos de la técnica’. La posibilidad de acudir, en momentos difíciles, a un cuerpo de conocimientos teóricos que clarificaba la esencia del proceso. Uno de los logros mayores del genio de Freud.




Técnica. Algo que, todos quienes intentan practicar la terapia, desconociéndola, no pueden lograr exitosamente.




Con el psicoanálisis — yacida por Freud — una estructura existía, que más adelante se reflejaría en otros sistemas terapéuticos pero, no siendo monopolio de ninguno.




La doctrina psicoanalítica demostraría que era versátil. Lo que hizo que se adaptara a todo nuevo sistema de terapia, de los muchos que fueron y son:




A la terapia cognitiva, a la terapia de la teoría de la comunicación, a la de Rogers y asimismo a muchos otros métodos que encontrarían sus bases en el alejamiento; el acercamiento; o en la adaptación de sus principios a los dogmas psicoanalíticos — como asimismo nosotros hiciéramos, con el self-help, cuando se aplica como método terapéutico.




Pero, nunca faltarían más razones o razones nuevas, para que los momentos difíciles persistieran, ya que algunos de nuestros colegas psicoanalistas, a menudo, se empecinaban en lucir absurdos en sus comportamientos públicos.




¿A qué me refiero en este instante?




Es justo que aquí se describa, porque para muchos, Freud fue la primera víctima de los freudianos.




Unos ejemplos servirán nuestro propósito




Un caso genuino sucedería, cuando un psicoanalista declarara, a la prensa local, que podía analizar a cualquier persona basado en qué marca de cigarrillos fumara. Otro, de lo que fuésemos testigos, ocurrió cuando un analista insultara a una colega durante el almuerzo en la cafetería de la clínica. Lo hizo cuando comentara, con indiferencia al impacto social: ‘veo que estás medio resfriada — deben de ser que ha llegado tu período’ — refiriéndose a una descarga nasal que la doctora tuviera — y cosas por el estilo.




Pero, la que nunca olvidaré, de entre todas las bobadas expresadas, fue la de mi supervisor, quien, con tono muy solemne me dijo que mi paciente, cuando compartiera sus sentimientos en la terapia, estaba verbalizando memorias intrauterinas, cuando así lo hiciera.




Freud una vez se defendería contra el dogmatismo de sus seguidores rábidos, exclamando en francés: ‘mais, je ne sui pas freudienne!’




Para hacer la situación más incierta, Jastrow y Roazen, críticos fornidos de Freud, mantendrían el empuje furibundo de sus acometidas literarias y filosóficas, donde quiera que se les escucharan — lo que harían imparcialmente contra ambos, Freud y el psicoanálisis.




Como corolario, Anna Freud, admitió en público, su aprensión por lo que Roazen publicara.




A, veces, ambos críticos, hábilmente, despertaban temas emocionales: el antisemitismo, putativo, de Jung; la misoginia cuestionable de Freud, los prejuicios sociales de algunos psicoanalistas, las sandeces con que algunos se expresaran y cualquier tema que pudiera alentar y mantener vivas las llamas de la controversia.




Eran tiempos difíciles para quienes en el psicoanálisis tuvieran algún interés.




Para agravar la situación misma, uno de los allegados más íntimos de Kurt Eissler y Anna Freud, el distinguido escolar Jeffrey Moussaieff Masson, Director de Proyectos y Curador de los Archivos de Freud; escribió un libro contencioso que desató un furor en el mundo, hasta entonces, sosegado del psicoanálisis, lo llamó: The Assault on Truth: Freud’s Suppression of the Seduction Theory.




Para muchos el libro sería resultado de la deslealtad, para otros fue de la envidia; y, para otros más; un fallo en el desarrollo moral de quien viola la fe más básica entre los seres humanos — los últimos, lo considerarían congénere a la psicopatía.




Pero, Moussaieff Masson, se aprovechó de su acceso irrestricto a los archivos de Freud, para hacerse famoso.




Lo que Moussaieff Masson hizo, en el libro, fue criticar a Freud por retractar su posición en el asunto de la seducción de sus pacientes durante la niñez.




Desde su publicación de esta invectiva, y la de su acompañante Final Analysis; sabiamente, Moussaieff Masson ha escrito varios libros más. Pero, éstos son dedicados a explorar las vidas emocionales de animales de naturalezas tan dispares entre ellos, como son los gatos, los perros y — ¿dije ‘dispares’? — los elefantes.




Como sea, en tiempos recientes, por razones de coincidencia, sincronía o simetría han aparecido muchos libros que estudian las vidas de los analistas insignes; con énfasis en Freud y en sus rasgos personales y profesionales.




De haber leído, sino todo, mucho de lo que se ha escrito acerca de Freud. Uno puede resultar confuso o, por lo menos, desconcertado por las incongruencias de este genio, en bases de la disonancia de lo que se le imputa y se conoce.




Bailey, en su libro, haciendo exégesis de la personalidad de Freud. Lo tilda de mala paga, de avaricioso, de marido infiel — esto último porque, se cree que el analista, mantuvo una relación extramarital con su propia cuñada quien en su casa viviera.




Bailey continúa al ataque. Acusa a Freud de ser dictatorial, porque demandaba obediencia y reverencia sumisa de sus súbditos — perdón — de sus discípulos.




También lo critica por haber violado todas las reglas por él impuestas en la técnica y práctica del análisis clásico, incluyendo ser el analista de su propia hija, y heredera del trono.




Lo acusa, además de ser timorato, porque expresara ‘admiración’, hacia la Gestapo. Aunque concediera, que lo hizo por medio de palabras equívocas, diciendo, cuando los agentes que lo visitaran solicitaran su opinión: ‘yo le puedo recomendar la Gestapo a cualquiera…’




Pero hay más, Bailey lo tacha de ser egoísta y cruel, cuando pudiendo; por uso de su influencia, evitarle internamiento en campos de concentración y más adelante, muerte, a parientes cercanos que a él acudieran en desesperación.




Lo que parece es que estamos confundiendo el mensajero con el mensaje. Freud yació las bases para el psicoanálisis — pero, Freud no es el psicoanálisis encarnado.




Continuemos




Bailey, el neurólogo famoso, y a la vez psiquiatra, nunca evadió la oportunidad de exponer a Freud, añadiendo faltas a las que en su libro detallara. Porque, por la razón que fuera: A Freud, Bailey, ostensiblemente abominara.




Otros han hecho lo mismo, mientras que otros más, en el campo de la neurociencia, loan y alaban a Freud como a una de las mentes más excepcionales que, en nuestro campo se han destacado.




Por ejemplo refiriéndose, en crítica elegante, a los pensamientos y conclusiones de Freud en Beyond the Pleasure Principle:




Aquí sacamos extractos de lo que Melvin Konner expresara:




‘…El resultado fue una de esas confusas, teorías pseudobiológicas del propósito de todo en la vida — desde el movimiento de una ameba hasta la diplomacia de una nación. Una teoría que explicándolo todo, nada explica.

‘Sin embargo, Freud no pudo escribir un libro lleno de disparates, sin añadir algo que no fuera de interés…’




Freud y su nuevo biógrafo: Peter Kramer




Freud Inventor of the Modern Mind: Freud (como) Inventor de la Mente Moderna




Peter Kramer es un psiquiatra clínico y un escritor prolífico en comando de un estilo excepcional donde combina habilidosamente, un narrativo fascinante con una elegancia simple y erudita a la vez.




El libro




Cuando recibiera una copia de esta obra para dar mi revisión, yo no estaba en disposición de leer ni otra hagiografía ni otra maledicencia acerca del hombre y sus faltas.




Pero, un libro escrito por Kramer, era algo promisorio, por esa razón lo abordé.




¿Qué descubrí que para mí fuera nuevo?




Muy poco




Muchos detalles triviales, emergen en este compendio biográfico de los que no estaba informado; otros son de naturaleza polémica y éstos son tan ajados que sólo para demostrar que uno es versado en Freud, valdría la pena reconsiderarlos — pero que son pormenores que para mí no afectan ni el respeto, ni cambian mi opinión, acerca del genio o de sus logros científicos e históricos.




Sin embargo, el minucioso esfuerzo, por Kramer exhibido en su investigación para lograr esta biografía, es testimonio de sus cualidades de escritor original.




Hay suicidios entre los pacientes de Freud y entre los de algunos de sus testaferros y prosélitos. Kramer insinúa discretamente y, a veces, no tan discretamente, que estos serían detalles que fueran quedamente silenciados para evadir crítica — porque, con toda probabilidad lo fueran. Aunque no me explico qué hubiese de ganarse reciclándolos, para hacerlos más sensacionales de lo que ya, de sobra, han sido.




Que Freud fue un gran hombre — un hombre excepcional, Kramer admite, sin problemas. Pero que era indiscreto con los secretos profesionales de sus pacientes y que gozaba en buena medida de la afección natural que muchas de las mujeres que lo rodeaban demostraran hacia él — especialmente, la singularmente atractiva, promiscua y leal Lou Andreas-Salomé.




No muchas novedades nos revela Kramer, aunque su biografía — por no ser adulatoria — es un paso en la dirección, destino a la verdad.

Controversias plagan a Freud en su vida, algo que es inevitable para un hombre que desarrolló un sistema cuasi religioso de terapia y que lograría entrenar un ejército de apóstoles para difundirlo — en otras palabras, un hombre con mucho poder y de singular influencia sobre sus semejantes.

El dogma

Éste, en esencia, no difiere de la física subatómica donde se ‘reconocen’ actividades de partículas de naturaleza invisibles y con características místicas.

A Freud se le castiga por ser extremadamente ambicioso. Yo diría; por ser, extremadamente sincero en admitir este defecto — si es que, defecto, lo fuera — ya que es vicio por tantos; tan ampliamente compartido, y de tanta difusión universal, que el ser ambicioso como el ponerse a dieta, es la norma.

Kramer asimismo nos informa que Freud se permitía libertades en la terapia que no toleraría en otros analistas; como la visita de su perro en las sesiones, o recomendando divorcio y adulterio en algunos casos — si es que estos cuentos son ciertos.

Paul Roazen, antes que Kramer escribiera, pasó treinta años de su vida, tratando de desenmascarar a Freud y de hacerlo transparente para todos — lo que, en cierta medida, lograra conseguir, para beneficio de quienes disfrutan la visión del héroe humillado o del gigante postrado.

Pero aun Roazen en las páginas finales de su libro Controversies in Psychoanalysis, admite que quizás existirían razones por las que sus discípulos y quienes lo conocieran de cerca — y aun de lejos — adquirirían un respeto por hombre y su genio, bordeando en lo místico.

¿Neuronas espejo, ToM, sincronías? ¿Quién podrá decirnos?

Roazen lo resume así cuando explica a quienes se dedican al entendimiento y a la práctica del psicoanálisis. Nos dice que quienes lo hacen, lo hacen más por razones idealistas que por otras más prosaicas, como tantos por mí conocidos, hicieran.

La neurociencia nunca podría traducir a Freud, como tampoco Freud, por sus aplicaciones remotas del psicoanálisis, pudo explicar al Presidente T. Woodrow Wilson y a otras figuras históricas.

¿En la defensa de Freud?

Lo que podemos tratar de hacer aquí es algo diferente, lo que sería simple, aunque, no tanto.

Podremos expresar por qué creemos que tantos genios han sido atraídos por Freud y sus doctrinas — Y mientras que así lo hacemos, reafirmar el mismo respeto, a Jung debido, por sus logros, y su legado. (Véase mi artículo: La Sincronía y la Neurociencia Aplicada).

Freud el hombre y no, Freud, el mito

Freud nació al final de la era post-victoriana. Era de la represión sexual. Sus pacientes — la mayoría mujeres — se embriagarían en vista de la capacidad, para ellas inédita, de, sentirse ‘liberadas’ por el líder de un nuevo movimiento; con promesas de un horizonte fresco, de una nueva perspectiva, y de un nuevo destino.

Freud, como todos sabemos, fue el producto de la unión entre un hombre de edad avanzada y una mujer mucho más joven. Su propia madre estaba más cerca en edad, con su hijo, que con los hijastros mayores.

Su niñez y juventud, como favorito de esta madre devota, pueden ser sujetas a especulaciones que, para los propósitos de esta tesis serían, por ahora, de escaso interés.

Freud en Viena y Freud en Europa

Freud, como Thomas More, vivió en una era de Utopías. El mundo era nuevo, aunque hubiera otro nuevo mundo en la híper-realidad, que Humberto Eco exploraría y describiera después.

Lo que existiera entonces, era lo mejor que nunca hubiera existido. Para More: ‘To serve King and Country’. Para Freud: trabajar y disfrutar de una vida sin obstáculos y sin ser víctima de prejuicios.

Freud era judío, y como tal, sabía, como tantos miembros de minorías entienden, que para triunfar tenía que ser mejor que quien el mejor fuera.

He aquí donde sus ideas acerca del narcisismo fálico serían desarrolladas y propuestas — ya que todos sabemos que el poder, ejemplificado por el tamaño — de lo que sea, es de importancia animal y de que influye el autoestima.

Angustiado por el va-y-ven de las mareas de sus depresiones y angustias, Freud encontró aliento en la literatura, el arte, algunas drogas y su auto-examen, lo que llamara, su autoanálisis.

Pero, lo que lo hiciera popular, fue que él ya existía en un período de la historia donde esos eventos eran, circunstancias meras, sin mucha importancia.

Su mundo estaba preparándose para librar dos guerras y sus mujeres para ir, a lo que algunos, han llamado la ‘Guerra entre los Sexos’.

Freud, como el aprendiz de mago, encontraría que sus ideas iconoclastas recibirían la mayor aceptación, por un mundo de intelectuales ávidos por la controversia y el libertarismo, a pesar de sus polémicas.

Pronto, el hijo de un hombre sin educación avanzada se encontraría en medio de las candilejas sociales y académicas europeas y mundiales, creyéndose y sintiéndose excepcional.

Cualquier pelotero, cantante mediocre, dueño de negocio exitoso, o modisto marginal, piensa de manera idéntica.

La serotonina y las hormonas sexuales se activarían y, como neuronas espejo, enviarían su mensaje críptico a las hembras disponibles en el entorno de Freud, como así mismo lo hiciera con los hombres recelosos.

Todos pensaban de este coloso intelectual de nombre tan extraño, como asimismo lo harían con Porfirio Rubirosa — ¿Qué diablos tiene que lo hace especial? (Para un estudio breve acerca del dominicano, véase El Amor como Paradigma de los Sentimientos Humanos).

¿Quieren saberlo? Pregunten al hombre inculto, para una inesperada respuesta.

Muchas mujeres, caerían víctimas de las feromonas y algunos hombres, Jung entre ellos — como Freud intuyera con certeza increíble en Tótem y Tabú — resentirían el yugo del macho dominante en su individualidad avasallante y creativa.

Allí nacieron otros renegados: Otto Rank, Alfred Adler, Sandor Ferenczi y Viktor Tausk — mencionando unos cuantos — pero todo sería parte de la simetría, la sincronía y el balance natural.

También nacieron las feministas de la era, como Anaïs Nin y otras, las que se subyugaran al maestro, sin que este mismo lograra; por su parte, entenderlas a ellas, como a menudo lamentara en público, cuando expresara: Was wollen Frauen?

Freud, concibió, como Bailey con certeza dedujera, una teosofía para el judío; y más que nada para el judío oprimido, por ello la defendería con todos los recursos a él disponibles.

Freud, en su entendimiento, nunca vio a la mujer, como ser inferior en búsqueda de resarcimientos. Por eso se rodearía de ellas.

Él las vería como algo especial a quienes él envidiara sin saber por qué.

Porque Freud se identificó, no con su papá, a quien apenas conociera — sino con su madre fervorosa — lo que a mí me parece evidente, cuando nos dice que esa pasión amorosa proveniente de la madre, es la marca para el éxito en la vida — refiriéndose al auge propio.

Dando a luz al psicoanálisis — su identificación con Amalia concluyó.

El creador se la situación de Edipo, en su caso, la resolvería de manera característica.

Freud perdura, persiste y pertenece a la posteridad… Mientras que, ¿quién a sus detractores recuerda?

Bibliografía

• Bailey, P: (1965) Sigmund the Unserene: A Tragedy in Three Acts C. Thomas

• Szasz, T: (1961). The Myth of Mental Illness: Foundations of a Theory of Personal Conduct. Harper & Row.

• Szasz, T: (1976. Heresies. Doubleday

• Jastrow, J: (1948) Freud: His Dreams and Sex Themes Pocket Books

• Roazen, P: (1967) Brother Animal: The Story of Freud and Tausk Transactions

• Roazen, P: (2002) The Trauma of Freud: Controversies in Psychoanalysis Transactions

• Kramer, P: (2006) Freud Inventor of the Modern Mind Atlas

• Freud, S: (1919h) The Uncanny SE, 17: 217-256

• Moussaieff Masson, J: (1984) The Assault on Truth: Freud’s Suppression of the Seduction Theory Farrar Straus & Giroux.

• Moussaieff Masson, J: (1990) Final Analysis: The Making and Unmaking of A Psychoanalyst. Addison-Wesley.

• Kramer, P: (1998) Listening to Prozac Diane Publishing

• Larocca, F. E. F: (2007) La Sincronía y la Neurociencia Aplicada (III)

• Eco, U: (1986) Travels in Hyper Reality Harcourt Brace & Jovanovich

• Larocca, F. E. F: (2007) Déjame que te Cuente Genoma: La Tragedia Errante del Hubris Patológico en Psikis

• Konner, M: (2003) The Tangled Wing: Biological Constrains on the Human Spirit Owl Books




Nota: Cualquier referencia de mi autoría, puede obtenerse por solicitud.



http://blogs.monografias.com/sistema-limbico-neurociencias/2010/01/21/freud-un-hombre-para-todos-los-tiempos/

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