jueves

Entrenando el izquierdo.

Matthieu Ricard era un bioquímico del Institute Pasteur que lo dejó todo para irse al Himalaya y hacerse monje budista. Es uno de los colaboradores más cercanos del Dalai Lama y tiene el título simbólico de ser «el hombre más feliz del mundo”.

Como sujeto de estudio en la investigación del Profesor Davidson (Universidad de Wisconsin) sobre la Plasticidad de la Mente, Matthieu reventó los marcadores y consiguió puntuaciones nunca vistas en cuanto al uso del hemisferio izquierdo del cerebro …Haciéndolo muy básico (y un poco frívolo): la actividad en el córtex derecho está asociada a la tristeza, la depresión, la negatividad y en el izquierdo ocurre todo lo contrario . Allí el córtex es optimista y positivo ( es una fiesta continua!).

Cuanto más pensamos en negativo, más actividad neuronal en la región derecha. Si por el contrario, nuestros pensamientos son positivos, la zona que va loca es la izquierda. Localizada la cuestión en nuestra geografía cerebral, se plantea la siguiente cuestión : ¿El cerebro es «fijo” o se transforma?. Las evidencias científicas nos dicen que es plástico, que puede cambiar…Matthieu explica en el vídeo el ejemplo de los violinistas. Un virtuoso con una media de 10.000 horas de práctica, tiene unas nuevas áreas en la actividad que responde al control de los dedos. Su cerebro, por la práctica larga y continuada ( entrenamiento) se ha transformado.Ha cambiado respecto a cómo era previamente al proceso de «aprendizaje ” de tocar el violín. Es cierto que el cerebro es plástico… y también la mente, por defecto.

La mente es plástica… y transformable. Y aquí ya podreís intuir la cuestión transcendental : ¿Podemos entrenar para modificar nuestra estructura mental y hacer que el hemisferio izquierdo sea el que gane la batalla de los bandos cerebrales?. Pués segun el monje Matthieu Ricard y los estudios de Davidson, sí es posible.

Posible pero no fácil . De la misma forma que en un gimnasio fortaleces los músculos del cuerpo, en el cerebro se irá fortaleciendo la zona que más utilizamos ( o sea , la que más entrenamos).Cuantos más pensamientos negativos , más entrenamiento para el córtex derecho y , por lo tanto, más ansiedad, angustia y frustración. Entrenar el izquierdo es que el te puede proporcionar la «felicidad”, «Bienestar”, «la emoción placentera”. Y cómo los músculos, el cerebro cambiará y nos hará usuarios, por defecto, del hemisferio izquierdo( el más entrenado para afrontar las circunstancias externas de la vida.

Esto no significa ser «fresita” durante las 24 horas y vivir lo de La Vie en Rose , La, la,la,,, El entrenamiento consiste en poder dedicar un tiempo al día ( llámalo meditación o como quieras), limitado y fijo para acumular horas( como en la Wii o en un entrenamiento cualquiera) en lo de pensar en positivo. Cada día, 15 minutos, por ejemplo. Si lo haces regularmente, puede ser que tu cerebro se transforme y seas de esa minoría que disfruta del «bienestar”. Si no consigues tal gesta, por lo menos, servirá para neutralizar la actividad del otro lado . Por desgracia , la Depresión como patologia mental es una de la epidemias del siglo XXI y el Prozac es uno de los medicamentos más vendidos ( más que el Viagra) así que, visto lo visto, sería bueno intentarlo.

Como veo que es necesario mucho entrenamiento, apostaría por introducir una asignatura en las escuelas , para todos los niños del mundo, en la que simplemente, se les enseñara a pensar en positivo. Es la única asignatura que debería tener «deberes para casa”… Proporcionaremos a los que vienen, un hemisferio izquierdo pletórico que, por lo menos, ayudará a resolver los conflictos de la vida de otra manera. Con otra actitud… y desde el principio.

Y aunque a mí ya me pilla crecidita, voy a aplicarme eso ( muy propio del córtex izquierdo) de «Nunca es tarde si la dicha es buena” y voy a empezar a entrenar. Mirando hacia dentro , aplicando antídotos a cada emoción negativa y haciendo que mi mente, haga unas cuantas flexiones y un poco de ejercicio aeróbico.. ¡Eh! ¡Y sin agujetas!.

“EL MONJE EN EL LABORATORIO”

Carta escrita por el Dalai Lama en el NY TIMES 26/04/03.

Vivimos unos tiempos en los que las emociones destructivas, como la ira, el odio y el miedo, crean problemas devastadores en todo el mundo. Mientras las noticias nos recuerdan, de una manera desalentadora, cómo son de destructivos estos sentimientos, lo que nos hemos de preguntar, cada uno de nosotros, es: ¿qué podemos hacer para vencerlos?

Por supuesto que estas emociones que tanto nos afectan son inherentes a la condición humana. Para algunos –para los que creen que nada “curará” nuestros impulsos de odiarnos y de oprimirnos unos a otros-, es el precio que pagamos por ser humanos. Pero este punto de vista puede provocar la apatía a la hora de hacer frente a las emociones destructivas, y nos puede hacer creer que, al fin y al cabo, no podemos controlar la capacidad destructiva que tenemos.

Creo que hay maneras muy factibles para que cada uno de nosotros, como individuo, pueda desviar estos impulsos peligrosos –impulsos que, trasladados a un ámbito colectivo, pueden llevarnos a la guerra o a la violencia de masas-. Que és factible lo demuestran, no sólo las prácticas espirituales por las cuales me guío, y el conocimiento de la existencia humana de las enseñanzas budistas, sino también el trabajo de los científicos.

Ya hace quince años que inicié una serie de conversaciones con científicos occidentales. Hemos intercambiado puntos de vista en temas que van desde la física cuántica y la astronomía, hasta la compasión y las emociones destructivas.

Me he dado cuenta de que, si bien los descubrimientos científicos nos ofrecen un conocimiento más profundo en algunos campos, como la astronomía p. ej., parece que las explicaciones budistas –especialmente en lo que se refiere a las ciencias cognitivas, biológicas y del cerebro- pueden proveer a los científicos occidentales de nuevos puntos de vista que pueden aplicar a las materias que estudian.

Puede parecer extraño que un líder religioso se implique tanto con la ciencia, pero no lo es, si pensamos que el budismo destaca la importancia de entender la realidad, y por tanto tenemos que prestar mucha atención a todo lo que los científicos descubren sobre el mundo por medio de la experimentación y la medida. Los budistas, por su parte, tienen una historia de 2.500 años de investigación de los trabajos de la mente. A lo largo de milenios, muchos practicantes han llevado a cabo lo que podríamos denominar “experimentos” sobre como superar nuestras tendencias a las emociones destructivas.

He alentado a los científicos para que examinen a algunos practicantes espirituales tibetanos avanzados, y para que averigüen los beneficios que estas prácticas pueden tener para otra gente, fuera del contexto religioso. La finalidad sería aumentar el conocimiento que tenemos sobre la mente, la consciencia y las emociones.

Por eso visité el laboratorio de neurociencia del Dr. Richard Davidson, en la Universidad de Wisconsin. Haciendo uso de unos dispositivos de imagen que muestran lo que sucede dentro del cerebro durante la meditación, Davidson pudo estudiar los efectos de las prácticas budistas de cultivar la compasión, la ecuanimidad o la transcendencia.

Hace siglos que los budistas creen que estas prácticas proporcionan calma, felicidad y estimación, al tiempo que disminuye la tendencia a las emociones destructivas.

Según Davidson, la ciencia actual ya puede afirmar que estas creencias son una certeza. Davidson me cuenta que la emergencia de emociones positivas puede ser debida a esta causa: la meditación transcendental fortalece los circuitos neurológicos que calman una parte del cerebro que actúa como gatillo del miedo y de la ira. Eso nos indica que seguramente somos capaces de crear una especie de amortiguador entre los impulsos violentos del cerebro y nuestras acciones.

Los experimentos nos muestran incluso, que algunos practicantes pueden conseguir un estado de paz interior en circunstancias muy perturbadoras. El Dr. Paul Ekman, de la Universidad de California, en San Francisco, me contó que ni siquiera los ruidos estridentes (uno de los cuales era tan fuerte como un disparo) consiguieron sobresaltar al monje budista sometido a las pruebas. Ekman decía que nunca había visto a nadie que soportara con tanta calma una molestia tan grande.

A otro monje, abad de uno de nuestros monasterios en la India, Davidson le sometió a encefalogramas para medir las ondas cerebrales. Según Davidson, el abad tuvo la actividad cerebral más grande que había podido medir en el laboratorio, asociada a emociones positivas.

Está claro que los beneficios de estas prácticas no los obtienen sólo los monjes que meditan, meses y meses, retirados del mundo. Davidson me contó que ha aplicado la investigación a personas con oficios muy estresantes. A esta gente –no budistas-, les enseñaban la transcendencia, un estado de alerta en que a la mente no la atrapan los pensamientos ni las sensaciones, sino que los deja ir y venir, como si fueran un rio que pasa al lado. Ocho semanas más tarde, Davidson comprobó que en estos individuos, las áreas del cerebro que ayudan a formarse las emociones positivas estaban cada vez más activas.

Las consecuencias de esto son muy claras: el mundo necesita ciudadanos y líderes que puedan trabajar para asegurar la estabilidad y para entablar diálogos con “el enemigo” –sea cual fuere el tipo de agresión o ataque que hayan sufrido-. Hay que hacer notar, además, que estos métodos, aparte de ser útiles, no cuestan dinero. No necesitas ningún tipo de droga o de inyección. No has de hacerte budista, ni practicar ningún tipo de fe en concreto. Todos disponemos del potencial para llevar una vida pacífica y valiosa.

Siempre procuro practicar estos métodos en mi vida. Cuando me entero de sucesos horribles, naturalmente mi respuesta es la tristeza, pero creo que lo encajo bastante bien. Y los sentimientos de ira, que envenenan la mente y acibaran el corazón, a menudo desaparecen, incluso después de las peores noticias.

Pero la reflexión nos muestra que, en nuestras vidas, buena parte del padecimiento no viene dado por causas externas, sino por acontecimientos como las emociones perturbadoras. El mejor antídoto contra estas alteraciones es aumentar nuestra capacidad para manejar esas emociones.

Si la Humanidad ha de sobrevivir, la felicidad y el equilibrio interno son cruciales. Si no, la existencia de nuestros hijos, y de los hijos que tendrán, será infeliz, desesperada y corta. Es cierto que el progreso material contribuye a la felicidad –hasta cierto punto- y a una vida cómoda, pero eso no es bastante. Para conseguir un nivel más elevado de felicidad, no hemos de dejar de lado nuestro desarrollo interno.

La calamidad del once de septiembre demostró que las tecnologías modernas y la inteligencia humana, guiadas por el odio, pueden llevar a destrucciones inmensas. Este tipo de actos terribles son un síntoma violento de un estado mental perturbado. Para responder de una forma razonable y efectiva, necesitamos que nos guíen personas con la mente sana, no solo para evitar alimentar el fuego del odio, sino para reaccionar hábilmente.

Estaría muy bien que recordáramos que, contra el odio y el terror, también se puede luchar en el frente interno.

TENZIN GYATSO, XIV Dalai Lama

(traducido de “El Temps”)

Mind & Life Institute : http://www.mindandlife.org/


http://nonperfect.wordpress.com/2010/01/16/entrenando-el-izquierdo/

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